Un reporte del FICCI 58.
Cartagena fue nuevamente la ciudad sede del Festival de Cine más importante del país. En su versión 58 –siempre FICCI– bajo el lema “Puro Voltaje”, encontré una selección de películas con un amplio espectro de temáticas, formas narrativas y propuestas audiovisuales. Durante cinco días pude asistir a veinte funciones (a pesar de las dificultades para obtener entradas) y disfrutar excelentes películas como Pororoca, de Constantin Popescu, y Las Herederas, de Marcelo Martinessi; también pude ver nuevamente grandes obras como Barravento, de Glauber Rocha, y Blancanieves, de Pablo Berger, también estuve ante algunas propuestas interesantes que pueden ser polémicas como Gente en Sitios, de Juan Cavestany, Expo Lio’92, de María Cañas o El hombre que siempre hizo su parte, de Orisel Castro y York Neudel. Y, claro, también estuve un rato viendo películas que me motivaron a abandonar la sala como Caniba, de Lucien Castaing-Taylor y Verena Paravel o Pickpockets, de Peter Webber.
Sin importar la calidad de las películas o mi opinión acerca de estas, todas me permitieron hacer lo que más me gusta del cine: visitar lugares a lo largo y ancho del planeta, especialmente ciudades, y poder ver sus formas, sus habitantes y sus dinámicas. Las ciudades en el cine son, en algunas ocasiones, simples referencias o telón de fondo de las películas que vemos en la pantalla, pero en otras oportunidades son escenarios complejos donde los personajes navegan y viven sus dramas, aventuras, tragedias o comedias, y en otras logran convertirse en personajes fundamentales para las historias. A continuación, quiero presentar algunas reflexiones sobre la(s) ciudad(es) vista(s) a través del FICCI 58.
Mi bienvenida al festival se dio con la hermosa película Taste of Cement, de Ziad Kalthoum, presentada en el programa especial titulado “La guerra y la paz”. La ciudad aparece como escenario que se construye y se destruye para albergar los deseos de los seres humanos, deseos violentos y compasivos. La vida de los inmigrantes provenientes de Siria en la ciudad de Beirut es narrada a través de una colección de magníficas imágenes y potentes sonidos, acompañados por una narración en primera persona de uno de los miles de obreros que llegan a la capital del Líbano para construir las torres que se levantan frente al mar Mediterráneo. Es una película que nos presenta el drama de aquellas personas que provienen del territorio que, años atrás, pisaron el Líbano para destruirlo vestidos de soldados y que ahora deben reconstruirlo vestidos de obreros, pues son ahora sus ciudades las que están siendo destruidas. El sabor a cemento, según el personaje que narra su historia, es ese sabor que tienen en su boca los pobres, tanto en los momentos en los que son obligados a destruir como en aquellos en los que deben construir las ciudades en medio de los conflictos del Medio Oriente. Una gran obra documental que hace un llamado a acercarnos al Medio Oriente, muchas veces tan lejano para nosotros pero lleno de historias que contarnos.
Luego apareció la ciudad europea en las pantallas de mi recorrido por el festival y a través de dos películas pude observar los conflictos contemporáneos de sus procesos urbanos. Primero, Expo Lio’92, de María Cañas, muestra, con una estética muy particular, los retos que impone a las ciudades la llegada del capitalismo global y el efecto devastador de pensar la ciudad exclusivamente como lugar para grandes negocios. María Cañas nos cuenta el impacto que tuvo la Exposición Universal de 1992 en Sevilla, España, y logra hilar una historia que va desde las promesas de grandes beneficios (cantidades de dinero) hasta el completo abandono de la infraestructura construida; una historia sevillana que se convierte en símbolo del fracaso del modelo económico de todo un país. Una propuesta audiovisual peculiar, polémica para aquellos cuidadosos del uso tradicional de la imagen, pero interesante como mecanismo narrativo, una película saturada de información pero que cumple su objetivo.
Para completar la visita a Europa apareció En la Penumbra (Aus dem Nichts), de Fatih Akin, el reconocido director alemán de ascendencia turca, presentando la compleja situación de la xenofobia en las ciudades alemanas. Con una historia dura para el corazón muestra la compleja situación que enfrenta una mujer ante el reto del duelo y cómo la violencia solo desemboca en más violencia, una espiral de nunca acabar. La ciudad alemana aparece como el lugar donde se presentan tensiones entre inmigrantes recién llegados, inmigrantes asentados y asimilados, alemanes que los reciben con gusto e incluso se mezclan en diferentes niveles de relación, y otros alemanes que optan por odiar al inmigrante al nivel de solo desear su anulación. Es una película que deja grandes interrogantes sobre la ciudad contemporánea en Europa, me hizo recordar la pregunta que años atrás dejó en la pizarra El Odio (La Haine, 1995), de Mathieu Kassovitz, y que años más tarde terminó en múltiples conflictos en las ciudades francesas o en el lamentable suceso de Charlie Hebdo veinte años después de presentada la película.
La ciudad latinoamericana no podía faltar en Cartagena, y en este festival me encontré con la ciudad violenta y desigual pero también con aquella melancólica y en decadencia. En el estreno de la extraordinaria película Matar a Jesús, de Laura Mora, ella afirmó que la ciudad de Medellín era el tercer personaje. Así, Laura, Jesús y Medellín se encargan de contarnos la complejidad de la violencia en nuestro país donde la capacidad de cinismo de los poderosos ha convertido a los seres humanos en instrumentos al servicio de sus macabros programas para beneficio individual. Jesús no sabe porqué hace lo que hace, pero lo hace y es usado para mantener los regímenes de poder existente. Así, la desigualdad y la pobreza aparecen como resultado de una intención particular de los poderosos, seguir teniendo a su disposición personas con necesidades que deben abandonar sus sueños para servir a los intereses de los que controlan el país. Una película compleja pero que nos cuenta las heridas que han quedado en nuestro país y que tardarán en sanar.
Desde Venezuela, La Familia, de Gustavo Rondón Córdova, deja a un lado cualquier intento de contarnos las minucias de los problemas políticos de índole nacional y nos presenta las dificultades que viven un padre y un hijo en un escenario de adversidad, propio de las ciudades de esta parte del mundo. La desigualdad, la violencia y el conflicto hacen que un niño cometa un acto que no pretendía. Este suceso les cambia la vida, tienen que recorrer la ciudad de Caracas para encontrar asilo en la casa donde su padre es obrero y donde trabaja en las noches como mesero para terminar emigrando lejos de la ciudad a buscar una nueva vida. Una historia del desplazamiento, en este caso del centro hacia la periferia, pero un retrato de cómo nuestras ciudades también son expulsoras de vida a raíz de sus conflictos internos.
En Las Herederas, de Marcelo Martinessi y El hombre que siempre hizo su parte, de Orisel Castro y York Neudel podemos ver la ciudad latinoamericana que empieza a hacer obsoleta. La de aquellos que empiezan a irse y que dejan atrás los años pasados. Las dos películas nos cuentan los retos de enfrentar el día de hoy con los recuerdos y los recursos del pasado. Las ciudades construidas con los deseos de parecerse a Europa o Norteamérica que solo eran posibles para un pequeño grupo de la sociedad se desvanecen y da paso a la ciudad de la informalidad que no encuentra un rumbo claro. Así, una mujer en Asunción, Paraguay, hija de esos años de esplendor, de grandes vajillas y muebles europeos, termina como conductora informal de una élite en decadencia y un hombre en Quito nos cuenta cómo la ciudad olvida su pasado y tradición musical mientras sus últimos días transcurren en soledad.
La historia urbana que presenta The Florida Project, de Sean Baker, con sus claras referencias al gran proyecto de Walt Disney en los años sesenta y a los problemas urbanos de la ciudad norteamericana con la historia de los “projects” durante las últimas décadas del siglo XX, sirve para reflexionar sobre el contraste entre lo deseado y el resultado en las ciudades estadounidenses. La ciudad construida para la felicidad no es ajena a las dificultades que viven los seres humanos para sobrevivir en un mundo donde las oportunidades laborales se precarizan y donde los deseos por ser mejor a veces son vencidos por las adversidades de la cotidianidad. Es una película que intenta darnos una mirada desde la infancia que juega en charcos y casas abandonadas mientras a unos cuantos metros existe el lugar de los sueños de la infancia global. Es una película sobre esas barreras invisibles que se construyen y no se pueden traspasar, sobre la complejidad de la distribución del bienestar en las sociedades de mercado.
Me despedí del festival con una película sobre una ciudad que bien podría ser de ciencia ficción, pero hace parte de la realidad del ser humano por tratar de estar siempre en la frontera de sus capacidades. En Encuentros al final del mundo (Encounters at the End of the World), de Werner Herzog, fuimos transportados hasta la ciudad-estación de McMurdo en la Antártica, donde cientos de científicos llevan a cabo sus investigaciones en la frontera de la civilización. Allá se encuentran aquellos que optaron por ser nómadas, los que no quisieron detenerse encontraron en ese lugar el momento de su sedentarismo, precisamente porque más allá no se puede. Es una película que habla sobre la humanidad y nuestro futuro, dejando interrogantes abiertos sobre nuestra relación con el planeta y ese futuro incierto. El FICCI 58 fue para mí “puro voltaje” urbano, estoy seguro de que otros viajes a otras ciudades y otras rutas fueron posibles a través de la selección que se ofreció este año, el mío superó mis expectativas. Espero que el FICCI 59 nos ofrezca muchas nuevas rutas atractivas para los que buscamos viajar a través del cine.
Pasmado con tu srticulo y las relaciones entre cada película y los universos que plantean, similares a pesar de lo distintos que puedan llegar a parecer, grandes recomendaciones, muchas gracias!