¿Qué clase de cine está ofreciendo una de las caras más jóvenes del cine estadounidense contemporáneo? ¿Pertenece a la consolidada industria independiente del país norteamericano? ¿Desde dónde habla? ¿Es un vendedor de humo o un buen director? David Robert Mitchell tiene un MFA en producción de la Escuela de Artes Cinematográficas de la Universidad Estatal de Florida, es un ávido productor interesado en el entretenimiento estilizado. Su ópera prima, The Myth of the American Sleepover (2014), un drama que reluce de influencias casi imposibles de no percibir, es un dilatado seguimiento a un grupo de adolescentes que esperan el fin del verano. Tema tratado con una paciencia exageradamente aplaudida por su público. También es el director It Follows (2014), estrenada en el Festival de Cannes en la Semana de la Crítica.
The Myth of the American Sleepover, como primer referente inmediato de la obra de Mitchell, se desvela intentando reproducir acontecimientos ya muy manoseados. Es una construcción de una década imprecisa, inundada de nostalgia y de observación. Temporalidad disruptiva que también será usada en It Follows. Los jóvenes que emulan pasivamente a los personajes de Dazed and Confused (1993), de Richard Linklater, se muestran casi poseídos por un maniqueísmo tedioso, la película hace uso descarado de la moralidad de cada uno de sus personajes para provocar castigos, quizás diciendo muy alto que la juventud es sucia, promiscua, sin identidad. La gran América juvenil que tantas veces ha sido vanagloriada es alzada una vez más por Mitchell, aunque se le huele un poco de resentimiento. Existe un rumor que invade la red que dice que toda película con la palabra América en su título es grandiosa. Nunca es tarde para añadir una cinta más al repertorio de los más patriotas espectadores estadounidenses, pensará el joven director. The Myth of the American Sleepover aparenta ser un espejo sin manchas, sin humedad, sin rayones. Se limita al gesto caritativo. Oprime la conversación y encaja a la película en un solo sitio, que, al parecer, atrae a los más incautos por su supuesta quietud, su sosegada mirada y su falsa intervención de entretenimiento artístico.
Los personajes algo aprenden, pero lo hacen de una manera efectista y predecible. ¿No hemos visto ya suficiente de esto? Asumo que esa falta tiene que ver con decisiones establecidas por la industria a la que está inscrito. Con esto me refiero a que Mitchell tiene habilidad cinematográfica, sobretodo porque parece ser un director que “calca”, asume los referentes. Es lo que se llamaría un film buff, un geek, o al menos un pesado consumidor de cine de horror norteamericano. De ese horror que abunda en la cartelera estadounidense. Para Mitchell no debe ser inconsciente su afición por divertirse, por recrear delicadamente lo que el horror de los años noventa no escondía, es un director de los que celebran la obra de Spielberg o aquellas películas de los años 50 como Forbidden Planet (1956),The Day the Earth Stood Still (1951), The War of the Worlds (1953), entre otras. Esos intereses han funcionado como fuente inspiracional de su incipiente filmografía.
Sería insensato obviar la discusión de su cine y enterrarla en los baldíos del puro pastiche. Mitchell está ya inscrito por completo a un interés comercial que lo distancia de sus deseos estilísticos, esa pugna se siente en sus películas, en esta el caso es ominoso. Hay una preocupación por crear una atmósfera, pero que se queda con el propósito de disfrazar la historia que hemos escuchado un millón de veces. La obra (¿obra con dos películas?) de Mitchell encuentra un engranaje podrido en la correcta repetición de la que se vale para hacer sus películas. Con todo eso dicho, hay un valor agregado en esas películas: la imperfección, son películas que dejan entrever a su realizador, a no esconderse o al menos a abrir otra puerta (una de las que el cine ofrece en toda su extensión). En la futura obra de Mitchell solo queda esperar por algo que no se haya visto ya (¿existe?). Que se esmere por agujerear su propia filmografía. Con It Followspareciera ser que Mitchell encontró una fórmula. Con fórmula me refiero estrictamente a lo que su historia presenta: adolescentes casi subnormales. Ese es el interés hasta ahora primordial del realizador estadounidense. Pero estos jóvenes no le interesan por cuestiones ontológicas, sino prácticas: rodear sus películas de ellos alimenta sus películas con ese tufillo de ambigüedad moral y ominosa, y le permite frecuentar atmósferas de la vida juvenil: fiestas, escuelas, tensiones por la inmadurez para enfrentar la vida, desaliento porque la belleza es una moneda de cambio... ¿Qué es lo que Mitchell encuentra en It Followsque la diferencia de su antecesora? La aparición de un elemento disruptivo que sofoca, persigue y no deja en paz, por lo menos, a los personajes y al espectador.
It Follows trabaja sobre una amenaza, sobre la persecusión de la lujuria. La película abre con una secuencia que no deja espacio para preguntas. Estamos advertidos. En adelante, nada será jocoso u optimista. El cine vuelve a tener un espacio de relevancia: Charade (1963),con Cary Grant y Audrey Hepburn, está siendo proyectada en el viejo teatro Redfort de la ciudad de Detroit. Película a la que la protagonista y su cita acuden, pero de la que también salen alarmados por la repentina alucinación de otro personaje. Es importante entonces la atención que Mitchell le presta al cine que lo fascina porque es desde ese cine que él está creando el suyo. Personajes de The Myth of the American Sleepover hacen discretas apariciones en It Follows.
David Robert Mitchell es el director de la juventud estadounidense. Pero no de juventudes como las de Chicas pesadas (Mean Girls, 2004), de Mark Waters, o sí, pero su particularidad radica en las aptitudes con las que nutre a sus personajes. No son meras ridiculizaciones, no son hilarantes, ni tampoco están disfrazados. Son personajes que existen, en mayor medida, gracias al estereotipo gringo del adolescente conflictuado. Lo interesante de It Followses el apoyo que la protagonista principal recibe, como un regalo, de parte de sus amigos. Y sobre esta premisa es que la película avanza, gracias a la amistad, el amor y la inevitable relación que existe entre ellos. Una relación de afecto que no teme incluso de agentes supernaturales. Puntos a favor: No estamos viendo It Followspara confirmar que las prácticas sexuales de los jóvenes, o sus hormonas, deben apaciguarse. A pesar de estar frente a una imagen oscura, dramática y siniestra, la película es ante todo una que busca algo de alegría y amor. Si hay más que decir de It Follows que de The Myth of the American Sleepoveres porque Mitchell no se quedó detenido en el desesperante tiempo extendido de su primera película. It Follows es la catástrofe de la lujuria, pero no su señalamiento, sino su aprovechamiento como experiencia cinematográfica. Entretenida, por cierto.
Desde Hitchcock a David Lynch y Richard Kelly, la nueva película de Mitchell ha retumbado de categorizaciones neo-noir, hipnóticas y surreales. ¿Será acertado pensar que Mitchell busca emularlos o pertenecer a tal grupo? No es gratuito recibir tales acotaciones, pienso que era algo de esperarse. La película puede ser otro de los pastiches cinematográficos que Mitchell ha comenzado a tejer para su filmografía. Sin embargo, no quisiera dejar sobre la mesa el repetitivo cine de Mitchell, sino su afición a la cultura pop de la que es vehemente consumidor. Afición que no es pecado y tampoco es mi propósito desacreditar. En Under the Silver Lake, Los Ángeles se convierte en una ciudad temeraria, ya oscura y angustiosa para ser el espacio de la historia de Mitchell, donde un personaje interpretado por Andrew Garfield se convierte en seguidor de la desaparición de su atractiva vecina, encarnada por Riley Keough, acontecimiento que lo lleva a descubrir la ciudad de Los Ángeles como una ciudad corrupta y escandalosa. La película tendrá su estreno el próximo 22 de junio en los Estados Unidos.
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EL FANÁTICO Y EL CINEASTA
¿Quién es David Robert Mitchell?
¿Qué clase de cine está ofreciendo una de las caras más jóvenes del cine estadounidense contemporáneo? ¿Pertenece a la consolidada industria independiente del país norteamericano? ¿Desde dónde habla? ¿Es un vendedor de humo o un buen director? David Robert Mitchell tiene un MFA en producción de la Escuela de Artes Cinematográficas de la Universidad Estatal de Florida, es un ávido productor interesado en el entretenimiento estilizado. Su ópera prima, The Myth of the American Sleepover (2014), un drama que reluce de influencias casi imposibles de no percibir, es un dilatado seguimiento a un grupo de adolescentes que esperan el fin del verano. Tema tratado con una paciencia exageradamente aplaudida por su público. También es el director It Follows (2014), estrenada en el Festival de Cannes en la Semana de la Crítica.
The Myth of the American Sleepover, como primer referente inmediato de la obra de Mitchell, se desvela intentando reproducir acontecimientos ya muy manoseados. Es una construcción de una década imprecisa, inundada de nostalgia y de observación. Temporalidad disruptiva que también será usada en It Follows. Los jóvenes que emulan pasivamente a los personajes de Dazed and Confused (1993), de Richard Linklater, se muestran casi poseídos por un maniqueísmo tedioso, la película hace uso descarado de la moralidad de cada uno de sus personajes para provocar castigos, quizás diciendo muy alto que la juventud es sucia, promiscua, sin identidad. La gran América juvenil que tantas veces ha sido vanagloriada es alzada una vez más por Mitchell, aunque se le huele un poco de resentimiento. Existe un rumor que invade la red que dice que toda película con la palabra América en su título es grandiosa. Nunca es tarde para añadir una cinta más al repertorio de los más patriotas espectadores estadounidenses, pensará el joven director. The Myth of the American Sleepover aparenta ser un espejo sin manchas, sin humedad, sin rayones. Se limita al gesto caritativo. Oprime la conversación y encaja a la película en un solo sitio, que, al parecer, atrae a los más incautos por su supuesta quietud, su sosegada mirada y su falsa intervención de entretenimiento artístico.
Los personajes algo aprenden, pero lo hacen de una manera efectista y predecible. ¿No hemos visto ya suficiente de esto? Asumo que esa falta tiene que ver con decisiones establecidas por la industria a la que está inscrito. Con esto me refiero a que Mitchell tiene habilidad cinematográfica, sobretodo porque parece ser un director que “calca”, asume los referentes. Es lo que se llamaría un film buff, un geek, o al menos un pesado consumidor de cine de horror norteamericano. De ese horror que abunda en la cartelera estadounidense. Para Mitchell no debe ser inconsciente su afición por divertirse, por recrear delicadamente lo que el horror de los años noventa no escondía, es un director de los que celebran la obra de Spielberg o aquellas películas de los años 50 como Forbidden Planet (1956), The Day the Earth Stood Still (1951), The War of the Worlds (1953), entre otras. Esos intereses han funcionado como fuente inspiracional de su incipiente filmografía.
Sería insensato obviar la discusión de su cine y enterrarla en los baldíos del puro pastiche. Mitchell está ya inscrito por completo a un interés comercial que lo distancia de sus deseos estilísticos, esa pugna se siente en sus películas, en esta el caso es ominoso. Hay una preocupación por crear una atmósfera, pero que se queda con el propósito de disfrazar la historia que hemos escuchado un millón de veces. La obra (¿obra con dos películas?) de Mitchell encuentra un engranaje podrido en la correcta repetición de la que se vale para hacer sus películas. Con todo eso dicho, hay un valor agregado en esas películas: la imperfección, son películas que dejan entrever a su realizador, a no esconderse o al menos a abrir otra puerta (una de las que el cine ofrece en toda su extensión). En la futura obra de Mitchell solo queda esperar por algo que no se haya visto ya (¿existe?). Que se esmere por agujerear su propia filmografía. Con It Follows pareciera ser que Mitchell encontró una fórmula. Con fórmula me refiero estrictamente a lo que su historia presenta: adolescentes casi subnormales. Ese es el interés hasta ahora primordial del realizador estadounidense. Pero estos jóvenes no le interesan por cuestiones ontológicas, sino prácticas: rodear sus películas de ellos alimenta sus películas con ese tufillo de ambigüedad moral y ominosa, y le permite frecuentar atmósferas de la vida juvenil: fiestas, escuelas, tensiones por la inmadurez para enfrentar la vida, desaliento porque la belleza es una moneda de cambio... ¿Qué es lo que Mitchell encuentra en It Follows que la diferencia de su antecesora? La aparición de un elemento disruptivo que sofoca, persigue y no deja en paz, por lo menos, a los personajes y al espectador.
It Follows trabaja sobre una amenaza, sobre la persecusión de la lujuria. La película abre con una secuencia que no deja espacio para preguntas. Estamos advertidos. En adelante, nada será jocoso u optimista. El cine vuelve a tener un espacio de relevancia: Charade (1963), con Cary Grant y Audrey Hepburn, está siendo proyectada en el viejo teatro Redfort de la ciudad de Detroit. Película a la que la protagonista y su cita acuden, pero de la que también salen alarmados por la repentina alucinación de otro personaje. Es importante entonces la atención que Mitchell le presta al cine que lo fascina porque es desde ese cine que él está creando el suyo. Personajes de The Myth of the American Sleepover hacen discretas apariciones en It Follows.
David Robert Mitchell es el director de la juventud estadounidense. Pero no de juventudes como las de Chicas pesadas (Mean Girls, 2004), de Mark Waters, o sí, pero su particularidad radica en las aptitudes con las que nutre a sus personajes. No son meras ridiculizaciones, no son hilarantes, ni tampoco están disfrazados. Son personajes que existen, en mayor medida, gracias al estereotipo gringo del adolescente conflictuado. Lo interesante de It Follows es el apoyo que la protagonista principal recibe, como un regalo, de parte de sus amigos. Y sobre esta premisa es que la película avanza, gracias a la amistad, el amor y la inevitable relación que existe entre ellos. Una relación de afecto que no teme incluso de agentes supernaturales. Puntos a favor: No estamos viendo It Follows para confirmar que las prácticas sexuales de los jóvenes, o sus hormonas, deben apaciguarse. A pesar de estar frente a una imagen oscura, dramática y siniestra, la película es ante todo una que busca algo de alegría y amor. Si hay más que decir de It Follows que de The Myth of the American Sleepover es porque Mitchell no se quedó detenido en el desesperante tiempo extendido de su primera película. It Follows es la catástrofe de la lujuria, pero no su señalamiento, sino su aprovechamiento como experiencia cinematográfica. Entretenida, por cierto.
Desde Hitchcock a David Lynch y Richard Kelly, la nueva película de Mitchell ha retumbado de categorizaciones neo-noir, hipnóticas y surreales. ¿Será acertado pensar que Mitchell busca emularlos o pertenecer a tal grupo? No es gratuito recibir tales acotaciones, pienso que era algo de esperarse. La película puede ser otro de los pastiches cinematográficos que Mitchell ha comenzado a tejer para su filmografía. Sin embargo, no quisiera dejar sobre la mesa el repetitivo cine de Mitchell, sino su afición a la cultura pop de la que es vehemente consumidor. Afición que no es pecado y tampoco es mi propósito desacreditar. En Under the Silver Lake, Los Ángeles se convierte en una ciudad temeraria, ya oscura y angustiosa para ser el espacio de la historia de Mitchell, donde un personaje interpretado por Andrew Garfield se convierte en seguidor de la desaparición de su atractiva vecina, encarnada por Riley Keough, acontecimiento que lo lleva a descubrir la ciudad de Los Ángeles como una ciudad corrupta y escandalosa. La película tendrá su estreno el próximo 22 de junio en los Estados Unidos.
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