Ubicado al nororiente de Colombia, Santander es un departamento con un importante legado precolombino, un papel protagónico en la gesta independentista y una gran cantidad de personajes importantes para la vida nacional. La tradición audiovisual, sin embargo, ha sido fragmentada y dispersa y, como pasa en muchas regiones de Colombia, algunos de sus más importantes talentos han debido emigrar hacia la capital del país para desarrollar su ejercicio profesional. Este centralismo, evidente en lo nacional, se siente también en lo regional, en donde la inmensa mayoría de la actividad audiovisual se concentra en Bucaramanga, con algunas manifestaciones en municipios como San Gil y Barrancabermeja.
Hace casi cuarenta años, en 1982, fue fundado el programa de Comunicación social y periodismo de la UNAB y en 2003 el de artes audiovisuales de la misma universidad. Esta facultad ha sido fundamental para el crecimiento y formación de los realizadores de la región y ha liderado importantes iniciativas en el ámbito regional, en el que también se destacan instituciones como la Universidad Manuela Beltrán y la Universidad Pontificia Bolivariana.
Otro hito importante es la creación del canal TRO en 1997. La televisión regional ha servido para impulsar el campo profesional de cada una de las regiones del país y ha ayudado a consolidar escuelas y tendencias. Son representativos, por ejemplo, casos como el de Rostros y rastros de Telepacífico y la Universidad del Valle o Muchachos a lo bien de Teleantioquia, que fueron en su momento semilleros de una buena camada de realizadores para ambas regiones. Por su relativa juventud y por su manejo administrativo, el canal TRO no ha podido aun consolidar un estilo propio y algunos realizadores se quejan de su bajo aporte al desarrollo del campo audiovisual regional. No obstante, en los últimos años se han realizado algunas producciones regionales de ficción de gran envergadura, en su mayoría apoyadas por la ANTV.
Un impulso importante se ha dado por medio de las convocatorias de la Gobernación de Santander y la Alcaldía de Bucaramanga, que han aportado a la realización de cortometrajes y a la promoción de jóvenes realizadores de la región, sin que aún se establezca un premio para largometrajes ni se haya consolidado un apoyo significativo para alguno de estos proyectos ya realizados en Santander. Igualmente, se han venido consolidando espacios para la presentación de cortometrajes en festivales de cine con amplia trayectoria y reconocimiento como Festiver, FICS y SanFic y otros que han ido surgiendo en los últimos años en ciudades como San Gil, Barichara y Socorro.
Aunque el panorama no es aún óptimo, se destacan en la región realizadores como Iván Gaona, Andrés Torres, Alberto Gómez Peña, Frank Rodríguez, Christian Mantilla y Luis José Galvis, entre otros, y consagrados directores de cine y televisión como Libia Stella Gómez y Mario Ribero que, no obstante, han desarrollado la mayor parte de su carrera desde la capital.
Iván Gaona, Andrés Torres y Alberto Gómez realizaron sus primeros largometrajes en años recientes, pero llevan varios años de trayectoria en la realización de cortometrajes y proyectos de televisión. A continuación, miraremos un panorama de la realización en Santander desde los ojos de estos tres cineastas.
LOS REALIZADORES Y SUS MOTIVACIONES:
A pesar de su corta edad, Andrés Torres ya ha realizado varios cortometrajes, proyectos televisivos en Bucaramanga y Bogotá y desde hace algún tiempo vive en Austin (Texas, USA) en donde trabaja en un importante archivo de latinos en USA (Voces Center). Es Profesional en artes audiovisuales y literatura de la Universidad Autónoma de Bucaramanga y Máster en cine de la Universidad de Texas.
Su primer largometraje, el documental La Fortaleza (2020), fue realizado en un largo período que incluyó una primera parte, más informal, de acercamiento a los personajes y de registro audiovisual y una etapa más intensa después de haber ganado un premio en los estímulos a la creación de Santander en 2015, período en que la película fue tomando forma hasta su estreno en 2020 y que coincidió con sus estudios de máster y su trabajo como archivista en Estados Unidos. Su trayectoria y los años que ha vivido fuera de Bucaramanga le han otorgado una mirada crítica hacia la región y sus proyectos audiovisuales le han llevado a cuestionarse alrededor de los privilegios desde los que los cineastas suelen narrar sus historias en Colombia. Actualmente, alterna su trabajo con el archivo con la pre-producción de varias películas que espera estrenar en los próximos dos años con su nueva productora, Índigo Films, y un equipo colombo-estadounidense. Añade a esto el propio Andrés: "No, más que colombo-estadounidense es que he estado trabajando con equipos de ambos lados. Aquí (USA) con Latinos y allá (Colombia) con el grupo de Bucaramanga. Me gusta mucho la intuición de la gente de un lugar".
Andrés vivió su niñez y adolescencia en Bucaramanga, período en el que, en sus propias palabras, “vivió cosas que no debió haber vivido y vio cosas que no debió haber visto”. Hizo parte, desde muy pequeño, de grupos de punkeros, de barristas y de distintas culturas urbanas que le enseñaron distintas caras de la ciudad en experiencias duras pero necesarias que lo prepararon para el proceso de su primer largometraje. “Fue una época convulsionada de mi vida hasta que entré a la universidad y encontré un poco la paz con el cine y las artes. Esos años fueron complicados para mí y ahí quedó una curiosidad por entender la adolescencia y lo que nos pasó”.
De su experiencia en Bogotá, Andrés aprendió que quienes se dedican al cine con intenciones artísticas pueden hacerlo gracias a tener una cierta estabilidad económica y a partir de allí empezó una reflexión personal sobre la narrativa de los directores que pueden hacer lo que quieren por su posición privilegiada. Al regresar a Bucaramanga descubrió, con desilusión, que en su ciudad había mucho talento, pero se subvaloraba el papel de los locales para ubicar a profesionales provenientes de Bogotá en las posiciones de poder dentro de los proyectos.
Alberto Gómez Peña, por su parte, tiene 39 años, pero buena parte de su vida la ha vivido fuera de Bucaramanga, de la que salió a los 17 años. Vancouver, Barcelona, Bogotá y Pamplona son algunas de las ciudades en las que este director, profesor y guionista ha vivido. Desde hace poco más de un año regresó a la ciudad con su esposa y su pequeña hija para culminar el proceso de postproducción de su primer largometraje, Ríos de ceniza, producto de un proceso que inició hace casi nueve años y que ha sido exaltado con varios reconocimientos desde la escritura de su guion.
Alberto es docente de corazón y por eso sus estudios de cine en Barcelona, Vancouver y Pamplona se completaron con su maestría en pedagogía de la Universidad de la Sabana, institución a la que estuvo vinculado por casi diez años. A su carrera como docente se suma una sólida trayectoria como realizador en la que cuenta con más de 10 cortometrajes, incluyendo Vaquero sin caballo, realizado como entrenamiento para el proceso de producción de su largometraje, con el mismo equipo de realización. Actualmente prepara la pre-producción de su segundo largometraje, un documental llamado provisionalmente Santander Sapiens.
Su nuevo proyecto girará en torno al trabajo en equipo, una obsesión que Alberto ha desarrollado desde siempre y que procuró aplicar como estrategia para la realización de su primer largometraje. A diferencia de otros directores, Gómez no quiere ser recordado como autor sino como parte de un equipo que funciona bien y en el que todos pueden brillar. “Desde que estaba en la universidad yo no soñaba tanto con ser un autor, sino con hacer parte de un equipo, como una banda de rock, ser parte de eso y yo quería encontrar ese grupo de artistas, ese grupo de realizadores y así fue”, señala. El director añade que hace películas en Bucaramanga, porque es la realidad que mejor conoce: “Yo hice el colegio aquí y todas mis raíces, mis convicciones, mi familia, son de acá. Si hay un sitio del que puedo hablar bien es de Santander”.
Iván Gaona, por su parte, es un cineasta con amplia experiencia y uno de los más influyentes en el cine santandereano actual. Después de graduarse como Ingeniero Civil en la UIS, viajó a Bogotá para estudiar cine y televisión y allí pudo participar en el equipo de importantes películas colombianas como La playa DC y Los viajes del viento. Desde hace varios años es un reconocido director de cortometrajes, en los que ha configurado un estilo particular y construido un universo narrativo alrededor de su pueblo, Güepsa, con personajes, historias y paisajes particulares. Su primer largometraje, Pariente (2016), surge después de tener un buen reconocimiento nacional e internacional con sus cortometrajes y constituye un acercamiento al género western con particularidades propias de Santander. Actualmente, dirige productos televisivos (como Adiós al amigo, que se ha exhibido en algunas funciones como de largometraje) y tiene varios proyectos de largometraje en proceso de preproducción.
Una de las características más interesantes de sus películas es la construcción de un universo narrativo en el que los protagonistas trascienden las historias de sus cortometrajes para aparecer como secundarios en otros proyectos en un mismo espacio en el que confluyen historias y personajes. En este ejercicio, quizás sin proponérselo, Gaona construye un espacio común que va más allá del espacio físico de Güepsa, Santander, para constituirse en la representación del Santander rural, con sus costumbres, acentos e idiosincrasia. Al respecto, señala que: “fue clave haber sido amigo de Velandia, quien desde la música tenía una posición muy radical de cómo debía ser la música en Colombia, él siempre criticó el modelo de los managers, cómo se vende y se paga para sonar en la radio. Él siempre ha defendido que aquí no deberíamos sonar igual a como lo hacen en otras partes. Verlo a él, discutir, hablar, criticar, tener una influencia de él fue muy importante. Yo también me encarreté después, ya estudiando cine, con el cine colombiano y empecé a notar la ausencia del acento, la discusión de que cada región del país construye su imaginario desde su narrativa audiovisual”. Es indudable la influencia del cine mexicano en el cine colombiano. El alto grado de analfabetismo del país y las semejanzas culturales llevaron a que, mucho antes de que Hollywood acaparara nuestras pantallas, las películas mexicanas fueran las más taquilleras y que se creara un “star system” de intérpretes de este país que, según la época, incluye a actores y actrices como: Pedro Infante, Jorge Negrete, Dolores del Río, María Félix, Vicente Fernández, Pedrito Fernández, Resortes, Capulina, Tin Tan y Pedro Armendáriz, entre otros. La difícil y árida topografía del departamento de Santander hizo necesario un recio proceso de colonización, lo que puede ser la explicación del fuerte carácter atribuido generalmente a los santandereanos y, por lo tanto, las similitudes con el género western, que suele representar los habitantes del sur de los estados fronterizos del sur de los Estados Unidos y el norte de México.
LA ÓPERA PRIMA:
Los tres realizadores llegaron a su primer largometraje, su ópera prima, con una buena trayectoria acumulada. A diferencia de otros países y regiones, en Santander el cortometraje es el rey y al largo se llega, si se llega, después de hacer escuela en la televisión o en la realización de piezas cortas.
Andrés Torres partió para su primera historia de una anécdota impactante que lo conmovió profundamente: la muerte de una chica barrista del Atlético Bucaramanga, Laura, ocurrida en el peligroso recorrido que la llevaría a ver un partido de fútbol de su equipo. La historia de Laura fue el motivo para iniciar el proyecto de La fortaleza, que empezó siendo una historia de ficción y terminó convertido en un documental. No obstante, después de terminar la película, Torres se percató de que aun no había contado su historia, por lo que espera materializarla en su próximo proyecto: Tricolor/Barrabrava
El gran reto de hacer La fortaleza era contar una historia de personajes marginales desde adentro, sin estorbar, procurando no juzgar ni someter al escarnio público a sus protagonistas. Para esto fue fundamental el largo proceso de preproducción del proyecto, que implicó acercarse hasta hacerse “invisibles” y que los muchachos aceptaran la cámara como un miembro más del grupo. “Nuestra idea no era jugar al antropólogo, hacer etnografía, la idea era jugar a ver”, señala el director.
Teniendo como base la estructura del “viaje del héroe”, el equipo de realización tenía claro que su película no quería exaltar la violencia ni convertirse en la voz institucional de la barra. “Yo les di una dirección principal de que eso (los enfrentamientos entre barras) ya lo habíamos visto y que, si bien era innegable, queríamos enfocarnos en que la violencia es invisible, está en el ambiente todo el tiempo, y preguntarnos más bien: ¿este pelao por qué no tiene a dónde ir? ¿Por qué la mamá nunca está en la casa?”.
Una feliz circunstancia les permitió armar su estructura narrativa: la posibilidad real de que el Atlético Bucaramanga ascendiera a la primera división del fútbol colombiano. De esta forma emprendieron una difícil travesía en la que el equipo debió sortear las mismas dificultades que los protagonistas de la película y la cámara pasó a convertirse en el cuarto viajero. Al respecto, el director afirma: “A mí me gustó mucho una expresión, y sé que a Charly (director de fotografía) no le gusta decir lo de ‘la cámara está drogada’, que la cámara baila cumbia, que va al ritmo de ellos, que la cámara no está en una posición privilegiada o con un punto de vista artístico”.
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El primer largometraje de Alberto Gómez Peña, Ríos de ceniza, surgió hace más de nueve años cuando cursaba su máster de guion en la Universidad de Navarra en España y pasó un largo proceso de corrección en donde tuvo cuatro reescrituras totales, gracias al paso por distintos laboratorios de guion como el de Cinefilia en Santafé de Antioquia y el del Global Script Challenge de Oaxaca, en 2013.
Desde el inicio del proceso, Alberto hizo dos apuestas complicadas: al ser una historia de fantasía no apuntaría a los fondos del FDC y la realizaría con un equipo conformado principalmente por estudiantes y profesores universitarios. Al respecto, afirma: “De entrada, era difícil de financiar, con características muy distintas al resto, no teníamos más proyectos ni mucha experiencia y nos estábamos metiendo en un género complicado y un poco difícil de entender. Estábamos haciendo fantasía, pero la fantasía suele ser comercial y esta película tiene una perspectiva más de autor y realizada en Santander. Fue un buen ejemplo de trabajo en equipo en el que muchas personas quisieron comprometerse y aventurarse y gracias a eso fue que el proyecto pudo materializarse”.
Gómez hace constantemente referencia al trabajo en equipo, un aspecto de su metodología de realización del que se siente particularmente orgulloso. El trabajo con profesores universitarios como cabezas de los distintos departamentos dio a la película una dinámica particular que fue reconocida por muchos de los que participaron en el proceso. “Esa energía trascendió porque muchos de los actores que empezaron a vincularse al proyecto, algunos de ellos venían de proyectos de gran presupuesto y con mucha experiencia, se sorprendieron al ver nuestra dinámica de trabajo y cómo todos se sentían dueños de la película, eso siempre les pareció fantástico”, afirma el director.
Ante la demanda de un amplio sector de la producción de que los académicos se vinculen más con el sector de la realización y de que la universidad pase con mayor frecuencia de la teoría a la práctica, la apuesta de Gómez apunta a desarrollar un proceso de realización diferente, en el que la cinefilia y la teoría que los profesores enseñan en sus clases se vea reflejada en el producto final para buscar una coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Se trata, finalmente, de un proceso de realización atravesado por una reflexión permanente y con una intención pedagógica, sin perder el carácter artístico y expresivo. La película está próxima a estrenarse (2020 o 2021) y ya ha ganado dos estímulos importantes en la categoría de Work in Progress del Festival Sanfici de Santander y del Festival Internacional de Cine de Málaga.
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Pariente es el primer largometraje de Iván Gaona, pero al estrenarse la película buena parte del público ya conocía su trabajo a través de sus cortos, varios de los cuáles fueron estrenados en las salas de Cine Colombia. Uno particularmente, Los retratos, ha tenido una amplia recordación en el público que, como pasa pocas veces, disfrutaba repetir la historia de una pareja de ancianos campesinos que se toman fotografías con la nueva cámara que se han ganado. Inspirado en las películas de Kieslowski, Gaona propuso a su socia de entonces, Diana Pérez, que hicieran una serie de cortometrajes que se conectaran en un mismo universo narrativo, “De ahí derivó el cortometraje Completo y luego Forastero y Volver, en donde esos mismos personajes hacían de ellos mismos, pero también era porque los personajes que íbamos encontrando en los cortos, en el proceso de preparación de actores, queríamos que sus vidas tuvieran que ver con lo que hacían sus personajes”.
En sus cortometrajes es fundamental el ambiente, su pueblo, donde las tradiciones reales se mezclan con el universo de la ficción en un esfuerzo similar al de García Márquez con Aracataca y su paralelo Macondo. No es fácil, por supuesto, configurar una atmósfera creíble y natural en la que los intérpretes se conecten con la historia sin tener una preparación actoral. Al respecto, Gaona ha desarrollado un estilo propio de dirección de actores que ha sido producto de su conocimiento de estilos de dirección de actores de profesionales como Juan Pablo Félix, Fátima Toledo y Manolo Orjuela, en un proceso de ensayo y error que implicó también redescubrir el tono, el acento y la forma de representación de los santandereanos en la pantalla. Al respecto, Gaona señala: “Una cosa que me pasó a mí en los primeros cortos es que cuando estaba escuchando a los actores con los audífonos yo sentía que todos sobreactuaban. Yo les decía: ‘Oiga, ¿por qué habla así?’, yo lo oía muy fuerte, con otro ritmo, y a los demás les parecía normal y otros decían: ‘Pues así hablan ustedes’”.
Hacer la película, sin embargo, es solo un punto de la ecuación. La exhibición y la distribución pueden llegar a ser un dolor de cabeza y la experiencia con su largometraje no fue la más positiva. Después del gran éxito de sus cortometrajes, Pariente fue exhibido en pocas salas de cine en el país y solo en una de Bucaramanga, en donde estaba el público objetivo de la película. Buena parte del problema de la exhibición se debió al hecho de que la película fuera catalogada como “de autor” y recibiera un tratamiento discriminatorio, a juicio de su director, por esta condición. Paradójicamente, después de la ventana de exhibición, la película pudo ser exhibida con mayor libertad y llegar a un público mucho mayor.
Pariente pudo ser realizada con una buena cantidad de recursos, pero, paradójicamente, no fue rentable y esto es algo que ha hecho que su director cuestione la forma como desarrollará sus próximos proyectos. La película ganó un fondo del FDC de 700 millones de pesos y la producción consiguió 900 adicionales. Entre dinero y apoyos en especie, se llegó a un presupuesto de 1200 millones de pesos para la producción de la película. “Como invitamos a todos los amigos que venían trabajando con los cortos, buscamos pagarles bien y que el ambiente laboral fuera bueno, a diferencia de lo que hemos vivido trabajando en televisión. El caso es que no sé qué pasó, pero no ganamos nada. Yo pensé en ese momento que íbamos a estar mejor. Nos pusimos un sueldo para vivir bien y le pagamos a todos lo justo por su trabajo y al terminar el proceso de post estábamos en ceros otra vez”, afirma el director.
HACER UNA SEGUNDA PELÍCULA:
No es un secreto que hacer un segundo largometraje puede ser un reto aun mayor que el de la realización de una primera obra. El éxito o fracaso de la primera sientan un precedente importante que marca definitivamente los próximos proyectos. Los directores reflexionan sobre sus primeros proyectos y piensan qué deberían aprender para sus próximas iniciativas.
Alberto Gómez, para empezar, siente que con Ríos de ceniza le faltó tener una escucha más activa y tener más críticas que le permitieran pulir el guion pues, a pesar de que pasó por un largo camino, no encontró muchas resistencias por parte de quienes lo evaluaron. Sin embargo, siente que para su próximo proyecto no tomaría tantos riesgos, sobre todo con respecto al tiempo que le tomará hacerlo.
Iván Gaona coincide en que su primer largometraje le enseñó a pensar mucho más en la rentabilidad y la sostenibilidad de su carrera como cineasta, “La primera preocupación es cómo vamos a vivir. La idea de los próximos proyectos es estar cómodamente haciéndolos y poder vivir de eso, ese sería un cambio fundamental porque en los anteriores nos íbamos con todo y nos quedábamos de brazos cruzados al final”, afirma. Coincide con Gómez cuando afirma que es muy importante el trabajo colaborativo y desarrollar más el guion de las películas. Igualmente, es autocrítico al señalar que el guion de Pariente tiene baches que podrían haberse resuelto con más tiempo de preparación y no descarta colaborar con otros guionistas que puedan aportarle a su visión como cineasta.
Andrés Torres, por su parte, reflexiona sobre la importancia de pensar en el cine como un negocio que debe ser rentable sin perder de vista la intención narrativa y el respeto por el público, “Para mí está claro que hay una posibilidad de expresar y que estoy enamorado del cine y de su lenguaje, pero al mismo tiempo sé que debo vivir de esto sin necesidad de irrespetar al público”.
SANTANDER:
Sobre lo que se puede hacer para mejorar las condiciones del cine santandereano, los tres directores coinciden en señalar la importancia de las universidades en el progreso del cine regional y señalan que éstas deberían tener un mayor compromiso con los proyectos que surgen más allá de las aulas universitarias. De igual manera, señalan la importancia de algunos docentes realizadores en el ámbito regional y apuntan que su papel podría ser más protagónico si se arriesgan a realizar proyectos de mayor envergadura que involucren a los jóvenes realizadores. Al respecto, Gaona afirma que: “Los profesores de la región tienen todo a su disposición y si presentan un guion pueden recibir apoyos de la universidad para realizarlo”.
Coinciden igualmente en mencionar que el papel del canal regional ha sido tibio y ha faltado un mayor compromiso y eficiencia en el uso de los recursos públicos para apoyar la realización regional. “En Santander estamos cortos en la construcción narrativa de nuestros espacios, solamente desde la televisión de manera muy superficial. En un punto se volvió un derrotero de que debíamos hacer algo que fuera de allí, pero con la duda de saber que es lo propio de allí”, afirma Gaona. Torres va más allá para señalar: “El canal TRO, que es muy importante, pero sigue anclado en la televisión de los ochenta, es un canal público que funciona para intereses privados. Tienen todos los equipos, pero todo ha sido un juego de contratos para armar una infraestructura para ellos mismos”. Este director señala que a la industria local le falta más reflexión sobre lo propio y que se han importado modelos y estéticas foráneas que poco aportan a la construcción de lo propiamente santandereano.
Andrés Torres, Alberto Gómez e Iván Gaona son santandereanos, aunque viven o han vivido parte de sus vidas fuera de su región de origen. Sin embargo, y este es un punto notable, han dedicado un alto porcentaje de su obra a representar a su región, sus habitantes, idiosincrasia y tradiciones sin necesariamente buscar hacer un cine folclórico o costumbrista. Ellos, y otros más, son referentes hoy de las nuevas generaciones de realizadores, pues a pesar de su juventud tienen una trayectoria relevante. Santander no tiene hoy un reconocimiento nacional suficiente para ser considerado como un referente audiovisual, pero gracias al trabajo de todos ellos, es posible pensar que es una región audiovisualmente en construcción con altas posibilidades de llegar a ser indispensable para el cine nacional.
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SANTANDER: CINE EN CONSTRUCCIÓN
Ubicado al nororiente de Colombia, Santander es un departamento con un importante legado precolombino, un papel protagónico en la gesta independentista y una gran cantidad de personajes importantes para la vida nacional. La tradición audiovisual, sin embargo, ha sido fragmentada y dispersa y, como pasa en muchas regiones de Colombia, algunos de sus más importantes talentos han debido emigrar hacia la capital del país para desarrollar su ejercicio profesional. Este centralismo, evidente en lo nacional, se siente también en lo regional, en donde la inmensa mayoría de la actividad audiovisual se concentra en Bucaramanga, con algunas manifestaciones en municipios como San Gil y Barrancabermeja.
Hace casi cuarenta años, en 1982, fue fundado el programa de Comunicación social y periodismo de la UNAB y en 2003 el de artes audiovisuales de la misma universidad. Esta facultad ha sido fundamental para el crecimiento y formación de los realizadores de la región y ha liderado importantes iniciativas en el ámbito regional, en el que también se destacan instituciones como la Universidad Manuela Beltrán y la Universidad Pontificia Bolivariana.
Otro hito importante es la creación del canal TRO en 1997. La televisión regional ha servido para impulsar el campo profesional de cada una de las regiones del país y ha ayudado a consolidar escuelas y tendencias. Son representativos, por ejemplo, casos como el de Rostros y rastros de Telepacífico y la Universidad del Valle o Muchachos a lo bien de Teleantioquia, que fueron en su momento semilleros de una buena camada de realizadores para ambas regiones. Por su relativa juventud y por su manejo administrativo, el canal TRO no ha podido aun consolidar un estilo propio y algunos realizadores se quejan de su bajo aporte al desarrollo del campo audiovisual regional. No obstante, en los últimos años se han realizado algunas producciones regionales de ficción de gran envergadura, en su mayoría apoyadas por la ANTV.
Un impulso importante se ha dado por medio de las convocatorias de la Gobernación de Santander y la Alcaldía de Bucaramanga, que han aportado a la realización de cortometrajes y a la promoción de jóvenes realizadores de la región, sin que aún se establezca un premio para largometrajes ni se haya consolidado un apoyo significativo para alguno de estos proyectos ya realizados en Santander. Igualmente, se han venido consolidando espacios para la presentación de cortometrajes en festivales de cine con amplia trayectoria y reconocimiento como Festiver, FICS y SanFic y otros que han ido surgiendo en los últimos años en ciudades como San Gil, Barichara y Socorro.
Aunque el panorama no es aún óptimo, se destacan en la región realizadores como Iván Gaona, Andrés Torres, Alberto Gómez Peña, Frank Rodríguez, Christian Mantilla y Luis José Galvis, entre otros, y consagrados directores de cine y televisión como Libia Stella Gómez y Mario Ribero que, no obstante, han desarrollado la mayor parte de su carrera desde la capital.
Iván Gaona, Andrés Torres y Alberto Gómez realizaron sus primeros largometrajes en años recientes, pero llevan varios años de trayectoria en la realización de cortometrajes y proyectos de televisión. A continuación, miraremos un panorama de la realización en Santander desde los ojos de estos tres cineastas.
LOS REALIZADORES Y SUS MOTIVACIONES:
A pesar de su corta edad, Andrés Torres ya ha realizado varios cortometrajes, proyectos televisivos en Bucaramanga y Bogotá y desde hace algún tiempo vive en Austin (Texas, USA) en donde trabaja en un importante archivo de latinos en USA (Voces Center). Es Profesional en artes audiovisuales y literatura de la Universidad Autónoma de Bucaramanga y Máster en cine de la Universidad de Texas.
Su primer largometraje, el documental La Fortaleza (2020), fue realizado en un largo período que incluyó una primera parte, más informal, de acercamiento a los personajes y de registro audiovisual y una etapa más intensa después de haber ganado un premio en los estímulos a la creación de Santander en 2015, período en que la película fue tomando forma hasta su estreno en 2020 y que coincidió con sus estudios de máster y su trabajo como archivista en Estados Unidos. Su trayectoria y los años que ha vivido fuera de Bucaramanga le han otorgado una mirada crítica hacia la región y sus proyectos audiovisuales le han llevado a cuestionarse alrededor de los privilegios desde los que los cineastas suelen narrar sus historias en Colombia. Actualmente, alterna su trabajo con el archivo con la pre-producción de varias películas que espera estrenar en los próximos dos años con su nueva productora, Índigo Films, y un equipo colombo-estadounidense. Añade a esto el propio Andrés: "No, más que colombo-estadounidense es que he estado trabajando con equipos de ambos lados. Aquí (USA) con Latinos y allá (Colombia) con el grupo de Bucaramanga. Me gusta mucho la intuición de la gente de un lugar".
Andrés vivió su niñez y adolescencia en Bucaramanga, período en el que, en sus propias palabras, “vivió cosas que no debió haber vivido y vio cosas que no debió haber visto”. Hizo parte, desde muy pequeño, de grupos de punkeros, de barristas y de distintas culturas urbanas que le enseñaron distintas caras de la ciudad en experiencias duras pero necesarias que lo prepararon para el proceso de su primer largometraje. “Fue una época convulsionada de mi vida hasta que entré a la universidad y encontré un poco la paz con el cine y las artes. Esos años fueron complicados para mí y ahí quedó una curiosidad por entender la adolescencia y lo que nos pasó”.
De su experiencia en Bogotá, Andrés aprendió que quienes se dedican al cine con intenciones artísticas pueden hacerlo gracias a tener una cierta estabilidad económica y a partir de allí empezó una reflexión personal sobre la narrativa de los directores que pueden hacer lo que quieren por su posición privilegiada. Al regresar a Bucaramanga descubrió, con desilusión, que en su ciudad había mucho talento, pero se subvaloraba el papel de los locales para ubicar a profesionales provenientes de Bogotá en las posiciones de poder dentro de los proyectos.
Alberto Gómez Peña, por su parte, tiene 39 años, pero buena parte de su vida la ha vivido fuera de Bucaramanga, de la que salió a los 17 años. Vancouver, Barcelona, Bogotá y Pamplona son algunas de las ciudades en las que este director, profesor y guionista ha vivido. Desde hace poco más de un año regresó a la ciudad con su esposa y su pequeña hija para culminar el proceso de postproducción de su primer largometraje, Ríos de ceniza, producto de un proceso que inició hace casi nueve años y que ha sido exaltado con varios reconocimientos desde la escritura de su guion.
Alberto es docente de corazón y por eso sus estudios de cine en Barcelona, Vancouver y Pamplona se completaron con su maestría en pedagogía de la Universidad de la Sabana, institución a la que estuvo vinculado por casi diez años. A su carrera como docente se suma una sólida trayectoria como realizador en la que cuenta con más de 10 cortometrajes, incluyendo Vaquero sin caballo, realizado como entrenamiento para el proceso de producción de su largometraje, con el mismo equipo de realización. Actualmente prepara la pre-producción de su segundo largometraje, un documental llamado provisionalmente Santander Sapiens.
Su nuevo proyecto girará en torno al trabajo en equipo, una obsesión que Alberto ha desarrollado desde siempre y que procuró aplicar como estrategia para la realización de su primer largometraje. A diferencia de otros directores, Gómez no quiere ser recordado como autor sino como parte de un equipo que funciona bien y en el que todos pueden brillar. “Desde que estaba en la universidad yo no soñaba tanto con ser un autor, sino con hacer parte de un equipo, como una banda de rock, ser parte de eso y yo quería encontrar ese grupo de artistas, ese grupo de realizadores y así fue”, señala. El director añade que hace películas en Bucaramanga, porque es la realidad que mejor conoce: “Yo hice el colegio aquí y todas mis raíces, mis convicciones, mi familia, son de acá. Si hay un sitio del que puedo hablar bien es de Santander”.
Iván Gaona, por su parte, es un cineasta con amplia experiencia y uno de los más influyentes en el cine santandereano actual. Después de graduarse como Ingeniero Civil en la UIS, viajó a Bogotá para estudiar cine y televisión y allí pudo participar en el equipo de importantes películas colombianas como La playa DC y Los viajes del viento. Desde hace varios años es un reconocido director de cortometrajes, en los que ha configurado un estilo particular y construido un universo narrativo alrededor de su pueblo, Güepsa, con personajes, historias y paisajes particulares. Su primer largometraje, Pariente (2016), surge después de tener un buen reconocimiento nacional e internacional con sus cortometrajes y constituye un acercamiento al género western con particularidades propias de Santander. Actualmente, dirige productos televisivos (como Adiós al amigo, que se ha exhibido en algunas funciones como de largometraje) y tiene varios proyectos de largometraje en proceso de preproducción.
Una de las características más interesantes de sus películas es la construcción de un universo narrativo en el que los protagonistas trascienden las historias de sus cortometrajes para aparecer como secundarios en otros proyectos en un mismo espacio en el que confluyen historias y personajes. En este ejercicio, quizás sin proponérselo, Gaona construye un espacio común que va más allá del espacio físico de Güepsa, Santander, para constituirse en la representación del Santander rural, con sus costumbres, acentos e idiosincrasia. Al respecto, señala que: “fue clave haber sido amigo de Velandia, quien desde la música tenía una posición muy radical de cómo debía ser la música en Colombia, él siempre criticó el modelo de los managers, cómo se vende y se paga para sonar en la radio. Él siempre ha defendido que aquí no deberíamos sonar igual a como lo hacen en otras partes. Verlo a él, discutir, hablar, criticar, tener una influencia de él fue muy importante. Yo también me encarreté después, ya estudiando cine, con el cine colombiano y empecé a notar la ausencia del acento, la discusión de que cada región del país construye su imaginario desde su narrativa audiovisual”.
Es indudable la influencia del cine mexicano en el cine colombiano. El alto grado de analfabetismo del país y las semejanzas culturales llevaron a que, mucho antes de que Hollywood acaparara nuestras pantallas, las películas mexicanas fueran las más taquilleras y que se creara un “star system” de intérpretes de este país que, según la época, incluye a actores y actrices como: Pedro Infante, Jorge Negrete, Dolores del Río, María Félix, Vicente Fernández, Pedrito Fernández, Resortes, Capulina, Tin Tan y Pedro Armendáriz, entre otros. La difícil y árida topografía del departamento de Santander hizo necesario un recio proceso de colonización, lo que puede ser la explicación del fuerte carácter atribuido generalmente a los santandereanos y, por lo tanto, las similitudes con el género western, que suele representar los habitantes del sur de los estados fronterizos del sur de los Estados Unidos y el norte de México.
LA ÓPERA PRIMA:
Los tres realizadores llegaron a su primer largometraje, su ópera prima, con una buena trayectoria acumulada. A diferencia de otros países y regiones, en Santander el cortometraje es el rey y al largo se llega, si se llega, después de hacer escuela en la televisión o en la realización de piezas cortas.
Andrés Torres partió para su primera historia de una anécdota impactante que lo conmovió profundamente: la muerte de una chica barrista del Atlético Bucaramanga, Laura, ocurrida en el peligroso recorrido que la llevaría a ver un partido de fútbol de su equipo. La historia de Laura fue el motivo para iniciar el proyecto de La fortaleza, que empezó siendo una historia de ficción y terminó convertido en un documental. No obstante, después de terminar la película, Torres se percató de que aun no había contado su historia, por lo que espera materializarla en su próximo proyecto: Tricolor/Barrabrava
El gran reto de hacer La fortaleza era contar una historia de personajes marginales desde adentro, sin estorbar, procurando no juzgar ni someter al escarnio público a sus protagonistas. Para esto fue fundamental el largo proceso de preproducción del proyecto, que implicó acercarse hasta hacerse “invisibles” y que los muchachos aceptaran la cámara como un miembro más del grupo. “Nuestra idea no era jugar al antropólogo, hacer etnografía, la idea era jugar a ver”, señala el director.
Teniendo como base la estructura del “viaje del héroe”, el equipo de realización tenía claro que su película no quería exaltar la violencia ni convertirse en la voz institucional de la barra. “Yo les di una dirección principal de que eso (los enfrentamientos entre barras) ya lo habíamos visto y que, si bien era innegable, queríamos enfocarnos en que la violencia es invisible, está en el ambiente todo el tiempo, y preguntarnos más bien: ¿este pelao por qué no tiene a dónde ir? ¿Por qué la mamá nunca está en la casa?”.
Una feliz circunstancia les permitió armar su estructura narrativa: la posibilidad real de que el Atlético Bucaramanga ascendiera a la primera división del fútbol colombiano. De esta forma emprendieron una difícil travesía en la que el equipo debió sortear las mismas dificultades que los protagonistas de la película y la cámara pasó a convertirse en el cuarto viajero. Al respecto, el director afirma: “A mí me gustó mucho una expresión, y sé que a Charly (director de fotografía) no le gusta decir lo de ‘la cámara está drogada’, que la cámara baila cumbia, que va al ritmo de ellos, que la cámara no está en una posición privilegiada o con un punto de vista artístico”.
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El primer largometraje de Alberto Gómez Peña, Ríos de ceniza, surgió hace más de nueve años cuando cursaba su máster de guion en la Universidad de Navarra en España y pasó un largo proceso de corrección en donde tuvo cuatro reescrituras totales, gracias al paso por distintos laboratorios de guion como el de Cinefilia en Santafé de Antioquia y el del Global Script Challenge de Oaxaca, en 2013.
Desde el inicio del proceso, Alberto hizo dos apuestas complicadas: al ser una historia de fantasía no apuntaría a los fondos del FDC y la realizaría con un equipo conformado principalmente por estudiantes y profesores universitarios. Al respecto, afirma: “De entrada, era difícil de financiar, con características muy distintas al resto, no teníamos más proyectos ni mucha experiencia y nos estábamos metiendo en un género complicado y un poco difícil de entender. Estábamos haciendo fantasía, pero la fantasía suele ser comercial y esta película tiene una perspectiva más de autor y realizada en Santander. Fue un buen ejemplo de trabajo en equipo en el que muchas personas quisieron comprometerse y aventurarse y gracias a eso fue que el proyecto pudo materializarse”.
Gómez hace constantemente referencia al trabajo en equipo, un aspecto de su metodología de realización del que se siente particularmente orgulloso. El trabajo con profesores universitarios como cabezas de los distintos departamentos dio a la película una dinámica particular que fue reconocida por muchos de los que participaron en el proceso. “Esa energía trascendió porque muchos de los actores que empezaron a vincularse al proyecto, algunos de ellos venían de proyectos de gran presupuesto y con mucha experiencia, se sorprendieron al ver nuestra dinámica de trabajo y cómo todos se sentían dueños de la película, eso siempre les pareció fantástico”, afirma el director.
Ante la demanda de un amplio sector de la producción de que los académicos se vinculen más con el sector de la realización y de que la universidad pase con mayor frecuencia de la teoría a la práctica, la apuesta de Gómez apunta a desarrollar un proceso de realización diferente, en el que la cinefilia y la teoría que los profesores enseñan en sus clases se vea reflejada en el producto final para buscar una coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Se trata, finalmente, de un proceso de realización atravesado por una reflexión permanente y con una intención pedagógica, sin perder el carácter artístico y expresivo. La película está próxima a estrenarse (2020 o 2021) y ya ha ganado dos estímulos importantes en la categoría de Work in Progress del Festival Sanfici de Santander y del Festival Internacional de Cine de Málaga.
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Pariente es el primer largometraje de Iván Gaona, pero al estrenarse la película buena parte del público ya conocía su trabajo a través de sus cortos, varios de los cuáles fueron estrenados en las salas de Cine Colombia. Uno particularmente, Los retratos, ha tenido una amplia recordación en el público que, como pasa pocas veces, disfrutaba repetir la historia de una pareja de ancianos campesinos que se toman fotografías con la nueva cámara que se han ganado. Inspirado en las películas de Kieslowski, Gaona propuso a su socia de entonces, Diana Pérez, que hicieran una serie de cortometrajes que se conectaran en un mismo universo narrativo, “De ahí derivó el cortometraje Completo y luego Forastero y Volver, en donde esos mismos personajes hacían de ellos mismos, pero también era porque los personajes que íbamos encontrando en los cortos, en el proceso de preparación de actores, queríamos que sus vidas tuvieran que ver con lo que hacían sus personajes”.
En sus cortometrajes es fundamental el ambiente, su pueblo, donde las tradiciones reales se mezclan con el universo de la ficción en un esfuerzo similar al de García Márquez con Aracataca y su paralelo Macondo. No es fácil, por supuesto, configurar una atmósfera creíble y natural en la que los intérpretes se conecten con la historia sin tener una preparación actoral. Al respecto, Gaona ha desarrollado un estilo propio de dirección de actores que ha sido producto de su conocimiento de estilos de dirección de actores de profesionales como Juan Pablo Félix, Fátima Toledo y Manolo Orjuela, en un proceso de ensayo y error que implicó también redescubrir el tono, el acento y la forma de representación de los santandereanos en la pantalla. Al respecto, Gaona señala: “Una cosa que me pasó a mí en los primeros cortos es que cuando estaba escuchando a los actores con los audífonos yo sentía que todos sobreactuaban. Yo les decía: ‘Oiga, ¿por qué habla así?’, yo lo oía muy fuerte, con otro ritmo, y a los demás les parecía normal y otros decían: ‘Pues así hablan ustedes’”.
Hacer la película, sin embargo, es solo un punto de la ecuación. La exhibición y la distribución pueden llegar a ser un dolor de cabeza y la experiencia con su largometraje no fue la más positiva. Después del gran éxito de sus cortometrajes, Pariente fue exhibido en pocas salas de cine en el país y solo en una de Bucaramanga, en donde estaba el público objetivo de la película. Buena parte del problema de la exhibición se debió al hecho de que la película fuera catalogada como “de autor” y recibiera un tratamiento discriminatorio, a juicio de su director, por esta condición. Paradójicamente, después de la ventana de exhibición, la película pudo ser exhibida con mayor libertad y llegar a un público mucho mayor.
Pariente pudo ser realizada con una buena cantidad de recursos, pero, paradójicamente, no fue rentable y esto es algo que ha hecho que su director cuestione la forma como desarrollará sus próximos proyectos. La película ganó un fondo del FDC de 700 millones de pesos y la producción consiguió 900 adicionales. Entre dinero y apoyos en especie, se llegó a un presupuesto de 1200 millones de pesos para la producción de la película. “Como invitamos a todos los amigos que venían trabajando con los cortos, buscamos pagarles bien y que el ambiente laboral fuera bueno, a diferencia de lo que hemos vivido trabajando en televisión. El caso es que no sé qué pasó, pero no ganamos nada. Yo pensé en ese momento que íbamos a estar mejor. Nos pusimos un sueldo para vivir bien y le pagamos a todos lo justo por su trabajo y al terminar el proceso de post estábamos en ceros otra vez”, afirma el director.
HACER UNA SEGUNDA PELÍCULA:
No es un secreto que hacer un segundo largometraje puede ser un reto aun mayor que el de la realización de una primera obra. El éxito o fracaso de la primera sientan un precedente importante que marca definitivamente los próximos proyectos. Los directores reflexionan sobre sus primeros proyectos y piensan qué deberían aprender para sus próximas iniciativas.
Alberto Gómez, para empezar, siente que con Ríos de ceniza le faltó tener una escucha más activa y tener más críticas que le permitieran pulir el guion pues, a pesar de que pasó por un largo camino, no encontró muchas resistencias por parte de quienes lo evaluaron. Sin embargo, siente que para su próximo proyecto no tomaría tantos riesgos, sobre todo con respecto al tiempo que le tomará hacerlo.
Iván Gaona coincide en que su primer largometraje le enseñó a pensar mucho más en la rentabilidad y la sostenibilidad de su carrera como cineasta, “La primera preocupación es cómo vamos a vivir. La idea de los próximos proyectos es estar cómodamente haciéndolos y poder vivir de eso, ese sería un cambio fundamental porque en los anteriores nos íbamos con todo y nos quedábamos de brazos cruzados al final”, afirma. Coincide con Gómez cuando afirma que es muy importante el trabajo colaborativo y desarrollar más el guion de las películas. Igualmente, es autocrítico al señalar que el guion de Pariente tiene baches que podrían haberse resuelto con más tiempo de preparación y no descarta colaborar con otros guionistas que puedan aportarle a su visión como cineasta.
Andrés Torres, por su parte, reflexiona sobre la importancia de pensar en el cine como un negocio que debe ser rentable sin perder de vista la intención narrativa y el respeto por el público, “Para mí está claro que hay una posibilidad de expresar y que estoy enamorado del cine y de su lenguaje, pero al mismo tiempo sé que debo vivir de esto sin necesidad de irrespetar al público”.
SANTANDER:
Sobre lo que se puede hacer para mejorar las condiciones del cine santandereano, los tres directores coinciden en señalar la importancia de las universidades en el progreso del cine regional y señalan que éstas deberían tener un mayor compromiso con los proyectos que surgen más allá de las aulas universitarias. De igual manera, señalan la importancia de algunos docentes realizadores en el ámbito regional y apuntan que su papel podría ser más protagónico si se arriesgan a realizar proyectos de mayor envergadura que involucren a los jóvenes realizadores. Al respecto, Gaona afirma que: “Los profesores de la región tienen todo a su disposición y si presentan un guion pueden recibir apoyos de la universidad para realizarlo”.
Coinciden igualmente en mencionar que el papel del canal regional ha sido tibio y ha faltado un mayor compromiso y eficiencia en el uso de los recursos públicos para apoyar la realización regional. “En Santander estamos cortos en la construcción narrativa de nuestros espacios, solamente desde la televisión de manera muy superficial. En un punto se volvió un derrotero de que debíamos hacer algo que fuera de allí, pero con la duda de saber que es lo propio de allí”, afirma Gaona. Torres va más allá para señalar: “El canal TRO, que es muy importante, pero sigue anclado en la televisión de los ochenta, es un canal público que funciona para intereses privados. Tienen todos los equipos, pero todo ha sido un juego de contratos para armar una infraestructura para ellos mismos”. Este director señala que a la industria local le falta más reflexión sobre lo propio y que se han importado modelos y estéticas foráneas que poco aportan a la construcción de lo propiamente santandereano.
Andrés Torres, Alberto Gómez e Iván Gaona son santandereanos, aunque viven o han vivido parte de sus vidas fuera de su región de origen. Sin embargo, y este es un punto notable, han dedicado un alto porcentaje de su obra a representar a su región, sus habitantes, idiosincrasia y tradiciones sin necesariamente buscar hacer un cine folclórico o costumbrista. Ellos, y otros más, son referentes hoy de las nuevas generaciones de realizadores, pues a pesar de su juventud tienen una trayectoria relevante. Santander no tiene hoy un reconocimiento nacional suficiente para ser considerado como un referente audiovisual, pero gracias al trabajo de todos ellos, es posible pensar que es una región audiovisualmente en construcción con altas posibilidades de llegar a ser indispensable para el cine nacional.
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Continúe el recorrido por la exploración cartográfica del cine colombiano:
Por la región Andina:
Conversación con Iván Gaona
Conversación con Andrés Torres
Conversación con Alberto Gómez Peña
Clare Weiskopf y Natalia Santa: dos directoras colombianas forjando un camino propio. Región Andina
Umbral de la segunda obra: derivas de la creación del autor y el territorio. Región Amazonía y Orinoquía
La producción de cine/audiovisual en el contexto del caribe insular colombiano. Región Caribe e Insular
Las líneas de país:
Segundas intenciones
Segunda película, ¿cómo una hazaña se hace realidad?
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