Este texto fue elaborado en el 3er Laboratorio de Escritura sobre Cine Documental, coordinado en la MIDBO por Valentina Giraldo Sánchez y Pedro Adrián Zuluaga.
Hace un año, por esta misma época, miré Cette maison. Recuerdo salir del cine atravesada, por un lado, por una sensación de dolor, pero por otro, por una cierta sensación catártica. Una especie de respiro. Un llanto contenido que finalmente salía. Tal vez porque sentía que esa sala oscura, iluminada por la luz de esa película, era el espacio en donde las lágrimas podían resbalar y ser un brillo propio.
La sensibilidad marcada por la fragilidad y la fatalidad de la pérdida. Cómo hablar de esa ausencia. ¿Qué dispositivo crear para no caer sobre el mismo mecanismo cruel y revictimizante? La teatralidad, las puestas en escena, el sonido de una tierra madre y la imposibilidad de la historia. Esa historia que se une a la insuficiencia de imágenes y palabras para nombrar la violencia y la ausencia. Lo que se evoca pero no se puede restituir.
Yo no sé cómo escribir sobre los cuerpos. Ni sé cómo hacer que las vidas resuciten de las ruinas. Tal vez pueda -o al menos intente- invocar el pesado corazón de una niña de 14 años: Tessa. Una historia trágica y a la vez llena de esperanza.
*
Cómo fabular para nombrar aquello que no puede ser reducido a una cifra. Aquello que intensamente vuelve y acecha el pensamiento, la imagen y el verbo. Una ruina interior. Una imagen de lo invisible. La experiencia de la pérdida y la presencia de la ausencia. Se hace “necesario recordar los detalles para elaborar una ética de la memoria y del discurso”. Me pregunto entonces cómo elaborar una ética de la imagen. De la historia imposible.
Sadiya Hartman escribe:
Se trata de una historia enmarcada por la imposibilidad ‒escuchar lo que no se ha dicho, traducir palabras malinterpretadas, y rehacer vidas desfiguradas‒ y empecinada en lograr un objetivo imposible: revertir la violencia que produce numerosos códigos y fragmentos de discurso.
*El cuerpo es un archivo *
¿Quién dijo que el tiempo cura todas las heridas? El tiempo lo cura todo, excepto las heridas. Con el tiempo, el dolor de la separación pierde sus límites reales. Con el tiempo, el cuerpo deseado desaparecerá, y el cuerpo que desea ha dejado de existir para el otro. Todo lo que queda al final es una herida sin cuerpo.
Samura Koichi extracto de Sans Soleil (1983) de Chris Marker
¿Cómo curar una herida sin cuerpo?
a veces todo parece insuficiente y sin embargo el cine puede darle forma a esa ausencia. Puede fabular con el recuerdo y la memoria guardada en cada cuerpo. Comprender el cuerpo como un primer territorio nos permite tal vez identificar la herida como una grieta por donde la luz se permite entrar.
Las ruinas aparecen y escuchamos la voz de Tessa. Sabemos que nació en Stamford en 1994 y murió en 2008, en su casa. Esto se repetirá varias veces a lo largo de la película: la edad, el lugar, la fecha. ¿Cuáles son los detalles hacia los que debemos dirigir la mirada? Cómo dirigir la mirada hacia las heridas, hacia las grietas que supuran la extrañeza de nuestro acceso al lenguaje sobre la violencia.
Fabular una historia imposible a través de la reconstrucción de un espacio: La casa. La casa aquí se sitúa para mostrar las grietas, tal vez las ruinas de una historia imposible de reconstruir. La presencia de la vida en la muerte. Tal vez, de la esperanza tras una muerte temprana. Construir desde las cenizas del recuerdo, desde el fuego ardiente de la ternura.
La cineasta (re)crea una otra historia, propicia un espacio en el que la realidad se contiene en la ficción y viceversa. Revisita Haití a través de los sonidos que ha recolectado durante años y también comparte con Tessa ese lugar de añoranza. La raíz madre que no conoció pero que a través de la película se hace también suya. Tessa asiste a su muerte pero también vive y permanece el cuidadoso territorio que la cineasta le fabrica.
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(RE)CREAR LA CASA PARA SEÑALAR LA HERIDA
Sobre Cette Maison (2022) de Miryam Charles
Este texto fue elaborado en el 3er Laboratorio de Escritura sobre Cine Documental, coordinado en la MIDBO por Valentina Giraldo Sánchez y Pedro Adrián Zuluaga.
Hace un año, por esta misma época, miré Cette maison. Recuerdo salir del cine atravesada, por un lado, por una sensación de dolor, pero por otro, por una cierta sensación catártica. Una especie de respiro. Un llanto contenido que finalmente salía. Tal vez porque sentía que esa sala oscura, iluminada por la luz de esa película, era el espacio en donde las lágrimas podían resbalar y ser un brillo propio.
La sensibilidad marcada por la fragilidad y la fatalidad de la pérdida. Cómo hablar de esa ausencia. ¿Qué dispositivo crear para no caer sobre el mismo mecanismo cruel y revictimizante? La teatralidad, las puestas en escena, el sonido de una tierra madre y la imposibilidad de la historia. Esa historia que se une a la insuficiencia de imágenes y palabras para nombrar la violencia y la ausencia. Lo que se evoca pero no se puede restituir.
Yo no sé cómo escribir sobre los cuerpos. Ni sé cómo hacer que las vidas resuciten de las ruinas. Tal vez pueda -o al menos intente- invocar el pesado corazón de una niña de 14 años: Tessa. Una historia trágica y a la vez llena de esperanza.
*
Cómo fabular para nombrar aquello que no puede ser reducido a una cifra. Aquello que intensamente vuelve y acecha el pensamiento, la imagen y el verbo. Una ruina interior. Una imagen de lo invisible. La experiencia de la pérdida y la presencia de la ausencia. Se hace “necesario recordar los detalles para elaborar una ética de la memoria y del discurso”. Me pregunto entonces cómo elaborar una ética de la imagen. De la historia imposible.
Sadiya Hartman escribe:
*El cuerpo es un archivo *
Samura Koichi extracto de Sans Soleil (1983) de Chris Marker
¿Cómo curar una herida sin cuerpo?
a veces todo parece insuficiente y sin embargo el cine puede darle forma a esa ausencia. Puede fabular con el recuerdo y la memoria guardada en cada cuerpo. Comprender el cuerpo como un primer territorio nos permite tal vez identificar la herida como una grieta por donde la luz se permite entrar.
Las ruinas aparecen y escuchamos la voz de Tessa. Sabemos que nació en Stamford en 1994 y murió en 2008, en su casa. Esto se repetirá varias veces a lo largo de la película: la edad, el lugar, la fecha. ¿Cuáles son los detalles hacia los que debemos dirigir la mirada? Cómo dirigir la mirada hacia las heridas, hacia las grietas que supuran la extrañeza de nuestro acceso al lenguaje sobre la violencia.
Fabular una historia imposible a través de la reconstrucción de un espacio: La casa. La casa aquí se sitúa para mostrar las grietas, tal vez las ruinas de una historia imposible de reconstruir. La presencia de la vida en la muerte. Tal vez, de la esperanza tras una muerte temprana. Construir desde las cenizas del recuerdo, desde el fuego ardiente de la ternura.
La cineasta (re)crea una otra historia, propicia un espacio en el que la realidad se contiene en la ficción y viceversa. Revisita Haití a través de los sonidos que ha recolectado durante años y también comparte con Tessa ese lugar de añoranza. La raíz madre que no conoció pero que a través de la película se hace también suya. Tessa asiste a su muerte pero también vive y permanece el cuidadoso territorio que la cineasta le fabrica.
Esta tierra que piso
es la sábana amante de mis muertos.
Aquí, aquí vivieron y, como yo, decían:
Mi corazón no es mi corazón,
es la casa del fuego.
Rosario Castellanos
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