Todo está como era entonces, recita una de las hermanas Cavallini recordando los versos del poema de Olegario Víctor Andrade.
“Todo está como era entonces,
La casa, la calle, el río,
Los árboles con sus hojas
Y las ramas con sus nidos.
Todo está, nada ha cambiado,
El horizonte es el mismo…”
Ella se queda en silencio, pensando, ¿qué sigue? La memoria es difusa, los años han transcurrido y los recuerdos, como los versos, se escapan, cual gotas de agua entre los dedos. Isabel “Yinga” Cavallini y su hermana gemela Amelia “Coca” han atraído esta vez el interés de la directora argentina María Álvarez. Ya en Las cinéphilas(2017) y El tiempo perdido (2020) la directora ha abordado la relación entre la tercera edad y la pasión por las artes. En su primera película, la cinefilia propicia los encuentros de un grupo de mujeres adultas; en la segunda, es la novela de Marcel Proust, En busca del tiempo perdido, la excusa para activar las conversaciones de un grupo de adultos mayores. La vejez activa, entre las artes y la acumulación vertiginosa y vulnerable de la memoria, vuelve a aparecer en Las cercanas. Álvarez se aproxima, a través de la trilogía, a diversas visiones del mundo, formas de conectarse –o incluso de desconectarse y escapar– de la realidad.
En Las cercanas, el piano a dúo ha mantenido a las hermanas Cavallini atadas, de alguna manera detenidas en el tiempo, construyendo un horizonte compartido, el mismo de siempre, como afirmó el poeta Andrade. En su apartamento, su pequeño refugio en Buenos Aires, Yinga y Coca han configurado un espacio sin tiempo. La fama que lograron a finales de los años 50 y principios de los 60 se revela poco a poco en este lugar atemporal que cobra vida a través de sus relatos. Los rincones revelan pequeños altares y redes de afecto. Todo está cerca, acumulado, casi sobrepuesto. Los objetos parecen saltar de los muros o ser expulsados de los cajones. La cámara se acomoda como puede, cercanamente.
Como fósiles, las cosas reflejan en sus superficies sus anteriores usos y las experiencias vividas, razones suficientes para su atesoramiento. Todo hace referencia a “un antes” desde su momento actual: la pintura de las hermanas en la sala, el teléfono con la cajita de música, el piano al que se le quedan pegadas las teclas, el material de archivo, los muñecos de porcelana. Yinga y Coca atraen la ternura, la tragedia y la gracia. El espacio condensa su mundo interior y, en él, permanecen siempre jóvenes, quizás siempre niñas. No tuvieron hijos, pero uno de los muñecos es su bebé, uno de sus “seres” más queridos. Cuando algo le sucede no pueden más que entrar en inquebrantable llanto y acudir lo antes posible al viejo hospital de los muñecos.
“Las niñas” es un romance para dos pianos, de Carlos Gustavino, que las Cavallini interpretaron en su momento de fama. Escuchando la interpretación de fondo, viajamos con ellas a ese instante en el que recibieron grandes elogios del famoso compositor. Una de las hermanas es la emoción y la otra es la técnica, pero entre las fotografías y videos de su juventud una se refleja siempre en la otra. Son Las cercanas, siempre juntas y confundibles, a las que atraviesa la magia de su propia fantasía.
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TODO ESTÁ COMO ERA ENTONCES - FICCI 61 (07)
Sobre Las cercanas, de María Álvarez
Todo está como era entonces, recita una de las hermanas Cavallini recordando los versos del poema de Olegario Víctor Andrade.
“Todo está como era entonces,
La casa, la calle, el río,
Los árboles con sus hojas
Y las ramas con sus nidos.
Todo está, nada ha cambiado,
El horizonte es el mismo…”
Ella se queda en silencio, pensando, ¿qué sigue? La memoria es difusa, los años han transcurrido y los recuerdos, como los versos, se escapan, cual gotas de agua entre los dedos. Isabel “Yinga” Cavallini y su hermana gemela Amelia “Coca” han atraído esta vez el interés de la directora argentina María Álvarez. Ya en Las cinéphilas (2017) y El tiempo perdido (2020) la directora ha abordado la relación entre la tercera edad y la pasión por las artes. En su primera película, la cinefilia propicia los encuentros de un grupo de mujeres adultas; en la segunda, es la novela de Marcel Proust, En busca del tiempo perdido, la excusa para activar las conversaciones de un grupo de adultos mayores. La vejez activa, entre las artes y la acumulación vertiginosa y vulnerable de la memoria, vuelve a aparecer en Las cercanas. Álvarez se aproxima, a través de la trilogía, a diversas visiones del mundo, formas de conectarse –o incluso de desconectarse y escapar– de la realidad.
En Las cercanas, el piano a dúo ha mantenido a las hermanas Cavallini atadas, de alguna manera detenidas en el tiempo, construyendo un horizonte compartido, el mismo de siempre, como afirmó el poeta Andrade. En su apartamento, su pequeño refugio en Buenos Aires, Yinga y Coca han configurado un espacio sin tiempo. La fama que lograron a finales de los años 50 y principios de los 60 se revela poco a poco en este lugar atemporal que cobra vida a través de sus relatos. Los rincones revelan pequeños altares y redes de afecto. Todo está cerca, acumulado, casi sobrepuesto. Los objetos parecen saltar de los muros o ser expulsados de los cajones. La cámara se acomoda como puede, cercanamente.
Como fósiles, las cosas reflejan en sus superficies sus anteriores usos y las experiencias vividas, razones suficientes para su atesoramiento. Todo hace referencia a “un antes” desde su momento actual: la pintura de las hermanas en la sala, el teléfono con la cajita de música, el piano al que se le quedan pegadas las teclas, el material de archivo, los muñecos de porcelana. Yinga y Coca atraen la ternura, la tragedia y la gracia. El espacio condensa su mundo interior y, en él, permanecen siempre jóvenes, quizás siempre niñas. No tuvieron hijos, pero uno de los muñecos es su bebé, uno de sus “seres” más queridos. Cuando algo le sucede no pueden más que entrar en inquebrantable llanto y acudir lo antes posible al viejo hospital de los muñecos.
“Las niñas” es un romance para dos pianos, de Carlos Gustavino, que las Cavallini interpretaron en su momento de fama. Escuchando la interpretación de fondo, viajamos con ellas a ese instante en el que recibieron grandes elogios del famoso compositor. Una de las hermanas es la emoción y la otra es la técnica, pero entre las fotografías y videos de su juventud una se refleja siempre en la otra. Son Las cercanas, siempre juntas y confundibles, a las que atraviesa la magia de su propia fantasía.
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