El cine de Wang Bing está marcado por la realidad de las distintas zonas de su país: la dureza de condiciones con sus matices en la aislada provincia de Yunnan cerca de la frontera birmana, la codicia y el aspiracionismo que se siente en las ciudades cercanas a Shanghái o las infinitas estepas donde estaban condenados los supuestos opositores del gobierno chino. Wang Bing recorre China sin la búsqueda de exotismos, es un anti-turista que busca la unificación de las regiones chinas con base a sus problemas sociales, económicos e históricos, donde las injusticias no conocen de geografía.
El mapa poblacional de China es una enorme mancha alrededor de la costa del pacífico. A medida que nos alejamos, la dispersión es cada vez más notoria hasta llegar a zonas con las densidades poblacionales más bajas de Asia, mientras que las ciudades cercanas a la costa se asfixian por su exceso de personas. La obra de Wang Bing ha recorrido esas zonas con cámara en mano, siguiendo a sus personajes con un estilo cercano al dardennismo, a través de espacios donde el resto de las personas aparecen como fantasmas. Sin embargo, su obra más conocida se concentra en la populosa zona de Shenyang, una ópera prima de 9 horas que define las intenciones e implicaciones de Wang Bing. Como una mosca en la pared, el espectador percibe las ollas humeantes omnipresentes, el limitado pudor de los hombres chinos y la extraña sonoridad del lenguaje mandarín reconocible por sus sonidos agresivos.
Ciudades en de(con)strucción
Una rápida búsqueda de noticias relacionadas con Shenyang, una de las grandes ciudades del noreste del país, da como resultados la instalación de plantas de Mercedes en la ciudad, industrias enormes con tecnología de punta, transnacionales instaladas en el mercado de mayor crecimiento en los últimos años. Tie Xi Qu: West of the tracks (2010) es un excelente retrato de un modelo que ha ido cambiando con el tiempo, donde se percibe la agonía de las últimas empresas metalúrgicas del distrito, una transformación cuyo futuro no se veía claro a la hora de filmar, pero que ya hoy está sentenciado. El producto terminado como única forma de hacer sostenible el modelo chino, mientras que las plantas procesadoras de cobre u otros metales fueron relegadas a un segundo plano, no tomó en cuenta las posibles consecuencias humanas del proceso, ese es el testimonio que parece dejar la cámara de Wang Bing. Las tres partes del film están perfectamente conectadas: la muerte de las empresas de la zona, la despoblación de las zonas aledañas que fue obligatoria por el gobierno y la muerte del tren que recorría la zona sin carga, apenas sosteniendo a las personas que viven en las estaciones. El mítico plano del tren avanzando mientras los copos de nieve van empañando la cámara, sin un alma alrededor de las vías, es una excelente representación de la visión de Wang Bing, entre el pesimismo y la extraña relación de su país con sus infinitos habitantes, los cuales parecen haberse convertido en prescindibles.
Tanto Bitter money (Ku Qian, 2016) como Coal money (Tong dao, 2009) están unidas por la corrupción y el desgobierno, el crecimiento de pueblos que se trasforman en ciudades a un ritmo descomunal, el machismo y la violencia como pan de cada día, todo esto en una ciudad a pocas horas de Shanghái que muestra un síntoma de algo que es mucho más grande. Coal money,rodada en clave de road movie, va recorriendo el norte de China, persiguiendo a los conductores que transportan el carbón desde las minas hasta los compradores. Un complejos sistema donde los transportistas son parte del ciclo de la corrupción que Bing filma con calma, esos mismos conductores enfrentan las condiciones climáticas inhumanas en el largo camino hasta el puerto, donde finalmente se enfrentarán a la explotación laboral a la que es sometida los pueblos costeros y percibirán los miserables salarios que enfrenta la gente ligada al área.
Personajes: entre la intimidad y la singularidad
Si bien el trabajo del director chino es conocido por su interacción con colectividades, también ha trabajado con personajes individuales, Man with no name (Wu ming zhe, 2010) y He Fengming (2007) son los casos más extremos: En ambos films no aparece ni un solo personaje más en pantalla, aunque en el segundo recurre a un relato de lo colectivo a partir de recuerdos de una anciana (estructura y posibilidad dramática que materializará con contundente precisión más adelante). Con Man with no name la idea del anonimato es llevada a un exceso literal, ya que no hay rastros del nombre del hombre filmado, ni la locación donde se lleva a cabo y tampoco hay palabras en todo el film, tan solo la rutina del protagonista perdido en una estepa, viviendo en precarias condiciones, cocinando una mezcla de restos que parecen ya haber cumplido su ciclo vital, cosechando su pequeño huerto o reparando una choza que forma parte del paisaje. El seguimiento del personaje recuerda al film A alma do osso (2004), donde Cao Guimarães hacia una aproximación similar a un personaje casi homólogo en algún rincón del sur brasilero.
Es inevitable no hablar del mayor reconocimiento al director chino por parte de un festival: En el 2017 gana el Leopardo de oro en Locarno con Mrs. Fang (2017), un retrato de los últimos días de la protagonista y su agonía debido al alzhéimer en compañía de su numerosa familia. Wang Bing recorre el entorno de la protagonista, donde la distancia de filmación del director es posiblemente lo más controversial, ya que los primeros planos del esquelético rostro de la protagonista se mueven entre el morbo y las consecuencias insospechadas de la enfermedad que consume a Mrs. Fang, filmada en la apertura del film en condiciones aparentemente estables, por lo que el shock de la agonía lleva a los espectadores y a la familia a enfrentar la muerte como algo casi material.
Yunnan, el conflicto humanitario
El drama humano en la provincia de Yunnan es la cara más dura del cine de Wang Bing, en medio del altiplano chino aparece el escenario de Three sisters (2012), un film de seguimiento a tres niñas viviendo en situaciones más que precarias debido al abandono definitivo de su madre y un padre que aparece de vez en cuando, pues trata de encontrar un espacio de trabajo en la ciudad. Las niñas tienen un cuidado parcial de parte de sus tíos y demás familia, pero para subsistir deben realizar diferentes trabajos poco acordes a su edad, en especial la hermana mayor, que es todo un ícono en el cine de Wang Bing, un director que no se recrea en la pobreza, ni apuesta a que el sentido de su film sea una lacónica denuncia, sino que trata de mostrar una realidad sin artificios, ni ocultando la difícil vida en una zona casi estéril, donde el frío y la falta de sol está captado de una forma muy vivida, ni privando a sus personajes de las recompesas –pequeñas pero estoicas– que tiene vivir. Frente a la pornomiseria tan característica del cine de países subdesarrollados, Wang Bing trata a las hermanas resaltando su fortaleza y dando pistas de manera sutil de la falta de asistencia del Estado, que parece haberse olvidado de esta zona tan lejana y de una familia y un pueblo que miran con una leve indiferencia la supervivencia de las niñas. El film de 140 minutos tiene una versión reducida de 70 minutos llamada Alone (2012), donde también incluye algunas tomas no incluidas en la versión original.
Ta’ang (2016) recurre al conflicto de los refugiados birmanos de la provincia de Kokang en la frontera Myanmar-China desde la mirada de mujeres, ancianos y niños. Alejado de los focos de la prensa, el conflicto es casi invisible a los ojos del mundo y si bien Wang Bing no da explicaciones detalladas, mediante los diálogos se puede alcanzar a entender el proceso migratorio donde China no ha puesto la voluntad para una solución. El film está delimitado por los intentos de comunicación de los refugiados con sus familiares, en medio de los sonidos de una guerra que parece estar a solo kilómetros de los campamentos.
Entre el drama humano y la intimidad de la mente humana la película 'Til Madness Do Us Part (Feng ai, 2013) va mimetizándose en un hospital de enfermos mentales, ubicado en Yunnan pero que, según el propio Wang Bing, podría estar en cualquier parte de China, ya que las precarias condiciones son una constante a lo largo del país. Más allá del relato social, la mirada hacia los enfermos con distintos grados de deterioro mental remite a universos individuales, cuyas visiones son libremente detalladas con un Wang Bing nuevamente invisible en el entorno, quien es testigo de la explosión irracional de situaciones poco descriptibles.
Rehabilitación en las estepas
Si bien la mirada de lo contemporáneo es la temática más común del cine de Wang Bing, hay un episodio de la historia reciente china que ha explorado en 3 diferentes films, relacionados con los campos de trabajo instalados en la estepa china, donde se recluían a personas que eran sospechosas de disidencia del gobierno. La investigación del director comienza con la extensa entrevista a una anciana en He Fengming (2007), película de casi 3 horas con un plano casi único donde la protagonista va contando el proceso de detención casi injustificada de ella y su marido, ambos sospechosos por artículos en los cuales los censores descubrieron algo que era aparentemente una crítica hacia el omnipresente partido de gobierno. El crudo relato de la situación inhumana de los campos de trabajo se siente aún más vívidos en la entrecortada voz de la mujer, que funciona como punto de partida para su único largometraje de ficción The ditch (Goodbye Jiabiangou, 2010), una recreación de los campos de trabajo, donde la inactividad de los presos parece una nueva forma de castigo, principalmente atormentados por el hambre, el frío y las infames condiciones de vida. Aunque hay un registro casi documental, hay un diálogo no del todo logrado entre los actores y el estilo del director, lo cual genera un melodrama alejado del naturalismo usual en sus films con personajes que son cómplices en todo momento. La suma de ambas experiencias dio como resultado Dead Souls (2018), monumental trabajo de casi 10 años de testimonios y ocho horas y veinte minutos de metraje que se presentó en Cannes. Se estructura alrededor de entrevistas que, como van evolucionando a lo largo de los años, permiten una profundidad determinante, aportando nuevos recuerdos (formas de no olvidar) del horror, al igual que los restos de los detenidos que van apareciendo en la memoria de los sobrevivientes. Esta trilogía que se aleja del estilo hiperrealista del cine de Wang, permite entender al cineasta como un ente comprometido con el presente y el pasado, convertido en un cronista espacio temporal de los diferentes shocks por los cuales ha pasado China y, ante todo, comprometido con la realidad.
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LA GEOGRAFÍA HUMANA DE CHINA
Cartografía de las películas de Wang Bing.
El cine de Wang Bing está marcado por la realidad de las distintas zonas de su país: la dureza de condiciones con sus matices en la aislada provincia de Yunnan cerca de la frontera birmana, la codicia y el aspiracionismo que se siente en las ciudades cercanas a Shanghái o las infinitas estepas donde estaban condenados los supuestos opositores del gobierno chino. Wang Bing recorre China sin la búsqueda de exotismos, es un anti-turista que busca la unificación de las regiones chinas con base a sus problemas sociales, económicos e históricos, donde las injusticias no conocen de geografía.
El mapa poblacional de China es una enorme mancha alrededor de la costa del pacífico. A medida que nos alejamos, la dispersión es cada vez más notoria hasta llegar a zonas con las densidades poblacionales más bajas de Asia, mientras que las ciudades cercanas a la costa se asfixian por su exceso de personas. La obra de Wang Bing ha recorrido esas zonas con cámara en mano, siguiendo a sus personajes con un estilo cercano al dardennismo, a través de espacios donde el resto de las personas aparecen como fantasmas. Sin embargo, su obra más conocida se concentra en la populosa zona de Shenyang, una ópera prima de 9 horas que define las intenciones e implicaciones de Wang Bing. Como una mosca en la pared, el espectador percibe las ollas humeantes omnipresentes, el limitado pudor de los hombres chinos y la extraña sonoridad del lenguaje mandarín reconocible por sus sonidos agresivos.
Ciudades en de(con)strucción
Una rápida búsqueda de noticias relacionadas con Shenyang, una de las grandes ciudades del noreste del país, da como resultados la instalación de plantas de Mercedes en la ciudad, industrias enormes con tecnología de punta, transnacionales instaladas en el mercado de mayor crecimiento en los últimos años. Tie Xi Qu: West of the tracks (2010) es un excelente retrato de un modelo que ha ido cambiando con el tiempo, donde se percibe la agonía de las últimas empresas metalúrgicas del distrito, una transformación cuyo futuro no se veía claro a la hora de filmar, pero que ya hoy está sentenciado. El producto terminado como única forma de hacer sostenible el modelo chino, mientras que las plantas procesadoras de cobre u otros metales fueron relegadas a un segundo plano, no tomó en cuenta las posibles consecuencias humanas del proceso, ese es el testimonio que parece dejar la cámara de Wang Bing. Las tres partes del film están perfectamente conectadas: la muerte de las empresas de la zona, la despoblación de las zonas aledañas que fue obligatoria por el gobierno y la muerte del tren que recorría la zona sin carga, apenas sosteniendo a las personas que viven en las estaciones. El mítico plano del tren avanzando mientras los copos de nieve van empañando la cámara, sin un alma alrededor de las vías, es una excelente representación de la visión de Wang Bing, entre el pesimismo y la extraña relación de su país con sus infinitos habitantes, los cuales parecen haberse convertido en prescindibles.
Tanto Bitter money (Ku Qian, 2016) como Coal money (Tong dao, 2009) están unidas por la corrupción y el desgobierno, el crecimiento de pueblos que se trasforman en ciudades a un ritmo descomunal, el machismo y la violencia como pan de cada día, todo esto en una ciudad a pocas horas de Shanghái que muestra un síntoma de algo que es mucho más grande. Coal money, rodada en clave de road movie, va recorriendo el norte de China, persiguiendo a los conductores que transportan el carbón desde las minas hasta los compradores. Un complejos sistema donde los transportistas son parte del ciclo de la corrupción que Bing filma con calma, esos mismos conductores enfrentan las condiciones climáticas inhumanas en el largo camino hasta el puerto, donde finalmente se enfrentarán a la explotación laboral a la que es sometida los pueblos costeros y percibirán los miserables salarios que enfrenta la gente ligada al área.
Personajes: entre la intimidad y la singularidad
Si bien el trabajo del director chino es conocido por su interacción con colectividades, también ha trabajado con personajes individuales, Man with no name (Wu ming zhe, 2010) y He Fengming (2007) son los casos más extremos: En ambos films no aparece ni un solo personaje más en pantalla, aunque en el segundo recurre a un relato de lo colectivo a partir de recuerdos de una anciana (estructura y posibilidad dramática que materializará con contundente precisión más adelante). Con Man with no name la idea del anonimato es llevada a un exceso literal, ya que no hay rastros del nombre del hombre filmado, ni la locación donde se lleva a cabo y tampoco hay palabras en todo el film, tan solo la rutina del protagonista perdido en una estepa, viviendo en precarias condiciones, cocinando una mezcla de restos que parecen ya haber cumplido su ciclo vital, cosechando su pequeño huerto o reparando una choza que forma parte del paisaje. El seguimiento del personaje recuerda al film A alma do osso (2004), donde Cao Guimarães hacia una aproximación similar a un personaje casi homólogo en algún rincón del sur brasilero.
Es inevitable no hablar del mayor reconocimiento al director chino por parte de un festival: En el 2017 gana el Leopardo de oro en Locarno con Mrs. Fang (2017), un retrato de los últimos días de la protagonista y su agonía debido al alzhéimer en compañía de su numerosa familia. Wang Bing recorre el entorno de la protagonista, donde la distancia de filmación del director es posiblemente lo más controversial, ya que los primeros planos del esquelético rostro de la protagonista se mueven entre el morbo y las consecuencias insospechadas de la enfermedad que consume a Mrs. Fang, filmada en la apertura del film en condiciones aparentemente estables, por lo que el shock de la agonía lleva a los espectadores y a la familia a enfrentar la muerte como algo casi material.
Yunnan, el conflicto humanitario
El drama humano en la provincia de Yunnan es la cara más dura del cine de Wang Bing, en medio del altiplano chino aparece el escenario de Three sisters (2012), un film de seguimiento a tres niñas viviendo en situaciones más que precarias debido al abandono definitivo de su madre y un padre que aparece de vez en cuando, pues trata de encontrar un espacio de trabajo en la ciudad. Las niñas tienen un cuidado parcial de parte de sus tíos y demás familia, pero para subsistir deben realizar diferentes trabajos poco acordes a su edad, en especial la hermana mayor, que es todo un ícono en el cine de Wang Bing, un director que no se recrea en la pobreza, ni apuesta a que el sentido de su film sea una lacónica denuncia, sino que trata de mostrar una realidad sin artificios, ni ocultando la difícil vida en una zona casi estéril, donde el frío y la falta de sol está captado de una forma muy vivida, ni privando a sus personajes de las recompesas –pequeñas pero estoicas– que tiene vivir. Frente a la pornomiseria tan característica del cine de países subdesarrollados, Wang Bing trata a las hermanas resaltando su fortaleza y dando pistas de manera sutil de la falta de asistencia del Estado, que parece haberse olvidado de esta zona tan lejana y de una familia y un pueblo que miran con una leve indiferencia la supervivencia de las niñas. El film de 140 minutos tiene una versión reducida de 70 minutos llamada Alone (2012), donde también incluye algunas tomas no incluidas en la versión original.
Ta’ang (2016) recurre al conflicto de los refugiados birmanos de la provincia de Kokang en la frontera Myanmar-China desde la mirada de mujeres, ancianos y niños. Alejado de los focos de la prensa, el conflicto es casi invisible a los ojos del mundo y si bien Wang Bing no da explicaciones detalladas, mediante los diálogos se puede alcanzar a entender el proceso migratorio donde China no ha puesto la voluntad para una solución. El film está delimitado por los intentos de comunicación de los refugiados con sus familiares, en medio de los sonidos de una guerra que parece estar a solo kilómetros de los campamentos.
Entre el drama humano y la intimidad de la mente humana la película 'Til Madness Do Us Part (Feng ai, 2013) va mimetizándose en un hospital de enfermos mentales, ubicado en Yunnan pero que, según el propio Wang Bing, podría estar en cualquier parte de China, ya que las precarias condiciones son una constante a lo largo del país. Más allá del relato social, la mirada hacia los enfermos con distintos grados de deterioro mental remite a universos individuales, cuyas visiones son libremente detalladas con un Wang Bing nuevamente invisible en el entorno, quien es testigo de la explosión irracional de situaciones poco descriptibles.
Rehabilitación en las estepas
Si bien la mirada de lo contemporáneo es la temática más común del cine de Wang Bing, hay un episodio de la historia reciente china que ha explorado en 3 diferentes films, relacionados con los campos de trabajo instalados en la estepa china, donde se recluían a personas que eran sospechosas de disidencia del gobierno. La investigación del director comienza con la extensa entrevista a una anciana en He Fengming (2007), película de casi 3 horas con un plano casi único donde la protagonista va contando el proceso de detención casi injustificada de ella y su marido, ambos sospechosos por artículos en los cuales los censores descubrieron algo que era aparentemente una crítica hacia el omnipresente partido de gobierno. El crudo relato de la situación inhumana de los campos de trabajo se siente aún más vívidos en la entrecortada voz de la mujer, que funciona como punto de partida para su único largometraje de ficción The ditch (Goodbye Jiabiangou, 2010), una recreación de los campos de trabajo, donde la inactividad de los presos parece una nueva forma de castigo, principalmente atormentados por el hambre, el frío y las infames condiciones de vida. Aunque hay un registro casi documental, hay un diálogo no del todo logrado entre los actores y el estilo del director, lo cual genera un melodrama alejado del naturalismo usual en sus films con personajes que son cómplices en todo momento. La suma de ambas experiencias dio como resultado Dead Souls (2018), monumental trabajo de casi 10 años de testimonios y ocho horas y veinte minutos de metraje que se presentó en Cannes. Se estructura alrededor de entrevistas que, como van evolucionando a lo largo de los años, permiten una profundidad determinante, aportando nuevos recuerdos (formas de no olvidar) del horror, al igual que los restos de los detenidos que van apareciendo en la memoria de los sobrevivientes. Esta trilogía que se aleja del estilo hiperrealista del cine de Wang, permite entender al cineasta como un ente comprometido con el presente y el pasado, convertido en un cronista espacio temporal de los diferentes shocks por los cuales ha pasado China y, ante todo, comprometido con la realidad.
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