En una habitación plácida, con un piano y una grabadora en el medio, cargada de una atmósfera azul y poblada de objetos viejos y relucientes, una mujer agita sus dedos para golpear las teclas del instrumento, se escucha el arpegio emanando del piano. Ella graba lo que toca y se levanta ocasionalmente para realizar actos cotidianos en su hogar. Es Barbara, el personaje de la película que vemos dentro de la película que se habla en este escrito.
Después que Barbara recibe a su madre, en la puerta, y desarrolla un diálogo con ella, se escucha un “corte” (¿qué ha pasado?) y todo se desarma, se devela el detrás de escena y vemos a las dos actrices susurrando entre ellas. Se preguntan si habrá quedado la toma, no lo saben, aunque todo a su alrededor se desmorona como si fuera así. Ellas, confundidas, comentan que nadie les dice nada y no están seguras si la van a repetir o no. A grandes rasgos la película es eso, una ronda de confusión.
Es un biopic contado por medio de un metalenguaje del cine. Entonces la confusión parte de ahí: actriz y personaje empiezan a mezclarse y cada vez es más difícil saber cuándo es la realidad de la película que vemos o la realidad de la película que se hace frente a nuestros ojos. Se crea un juego de realidades, una ligera diversión de la cual nos volvemos cómplices, por momentos desubicados, pero atrapados por el magnetismo del personaje, la música, el aire de nostalgia y el preciosismo que se respira en la historia, en lo visual, en lo sonoro. La película, dirigida por Mathieu Amalric, pretende desentrañar la biografía (de ahí el biopic) de la mítica cantante francesa Barbara.
Esa confusión termina siendo, en lugar de incómoda o pesada, atractiva. Se sostiene por la estructura, las transiciones y el aire de excentricidad de los personajes. El personaje director de la película (interpretado por quien dirige la película que vemos nosotros), Yves Zand, entre investigaciones, escrituras y formas de dirigir, revela una atenuada obsesión por la cantante y, por tanto, por la actriz que la representa, Brigitte. Mientras que esta última, en medio de sus cuidadosos estudios de la forma de actuar y moverse de la cantante, ensayos y grabaciones, va fundiendo en sí misma las dos personalidades, la propia y la de la cantante.
Resulta que la película yuxtapone imágenes de archivo reales de la cantante con imágenes de la película sobre ella, la vemos y la oímos cantar en dos realidades que se mezclan y el paso entre una y otra se torna, con el desarrollo de la película, imperceptible. Esto es debido al acierto en el uso de las transiciones y la entropía generada en la estructura. La imagen es prolija, la fotografía y la ambientación nos llevan a una inmersión en las emociones, más que en los sucesos. Nos encontramos con una belleza poética en la plástica del filme y toda su puesta en escena, que, como pueden darse cuenta, es bastante ingeniosa.
Los personajes, ella y el director, van viviendo situaciones de su vida y pareciera que evocan todo el tiempo a esa mujer homenajeada, que con su voz y su música antoja una sensación de lágrimas atrancadas en los ojos. “Estas canciones parecen ser escritas por las lágrimas”, dice Brigitte respecto a la música de Barbara. Ella procura interpretar a esa mujer viajera, nómada del amor, de las emociones y de los lugares. Pero, para nosotros, Brigitte, termina asumiendo a Barbara en sí misma, la interioriza hasta el punto de convertirse en el eje central de esa confusión placentera de la película.
A pesar de esa característica general, que para algunos puede tornarse cansina y para otros magnífica, esta película es siempre atractiva, particular. Más que contar una historia, o hacer una oda a una artista enigmática, nos transporta a vivencias y sensaciones. A los minutos de iniciada la película se nos olvida su lógica caótica y logramos transitar con calma por sus escenas. Aunque, por supuesto, como espectadores, debemos estar dispuestos a dejarnos llevar para navegar ese mar de caos, agraciado y azul profundo.
Más resultados...
Más resultados...
LA MAGNÉTICA CONFUSIÓN
Barbara, de Mathieu Amalric (2017)
En una habitación plácida, con un piano y una grabadora en el medio, cargada de una atmósfera azul y poblada de objetos viejos y relucientes, una mujer agita sus dedos para golpear las teclas del instrumento, se escucha el arpegio emanando del piano. Ella graba lo que toca y se levanta ocasionalmente para realizar actos cotidianos en su hogar. Es Barbara, el personaje de la película que vemos dentro de la película que se habla en este escrito.
Después que Barbara recibe a su madre, en la puerta, y desarrolla un diálogo con ella, se escucha un “corte” (¿qué ha pasado?) y todo se desarma, se devela el detrás de escena y vemos a las dos actrices susurrando entre ellas. Se preguntan si habrá quedado la toma, no lo saben, aunque todo a su alrededor se desmorona como si fuera así. Ellas, confundidas, comentan que nadie les dice nada y no están seguras si la van a repetir o no. A grandes rasgos la película es eso, una ronda de confusión.
Es un biopic contado por medio de un metalenguaje del cine. Entonces la confusión parte de ahí: actriz y personaje empiezan a mezclarse y cada vez es más difícil saber cuándo es la realidad de la película que vemos o la realidad de la película que se hace frente a nuestros ojos. Se crea un juego de realidades, una ligera diversión de la cual nos volvemos cómplices, por momentos desubicados, pero atrapados por el magnetismo del personaje, la música, el aire de nostalgia y el preciosismo que se respira en la historia, en lo visual, en lo sonoro. La película, dirigida por Mathieu Amalric, pretende desentrañar la biografía (de ahí el biopic) de la mítica cantante francesa Barbara.
Esa confusión termina siendo, en lugar de incómoda o pesada, atractiva. Se sostiene por la estructura, las transiciones y el aire de excentricidad de los personajes. El personaje director de la película (interpretado por quien dirige la película que vemos nosotros), Yves Zand, entre investigaciones, escrituras y formas de dirigir, revela una atenuada obsesión por la cantante y, por tanto, por la actriz que la representa, Brigitte. Mientras que esta última, en medio de sus cuidadosos estudios de la forma de actuar y moverse de la cantante, ensayos y grabaciones, va fundiendo en sí misma las dos personalidades, la propia y la de la cantante.
Resulta que la película yuxtapone imágenes de archivo reales de la cantante con imágenes de la película sobre ella, la vemos y la oímos cantar en dos realidades que se mezclan y el paso entre una y otra se torna, con el desarrollo de la película, imperceptible. Esto es debido al acierto en el uso de las transiciones y la entropía generada en la estructura. La imagen es prolija, la fotografía y la ambientación nos llevan a una inmersión en las emociones, más que en los sucesos. Nos encontramos con una belleza poética en la plástica del filme y toda su puesta en escena, que, como pueden darse cuenta, es bastante ingeniosa.
Los personajes, ella y el director, van viviendo situaciones de su vida y pareciera que evocan todo el tiempo a esa mujer homenajeada, que con su voz y su música antoja una sensación de lágrimas atrancadas en los ojos. “Estas canciones parecen ser escritas por las lágrimas”, dice Brigitte respecto a la música de Barbara. Ella procura interpretar a esa mujer viajera, nómada del amor, de las emociones y de los lugares. Pero, para nosotros, Brigitte, termina asumiendo a Barbara en sí misma, la interioriza hasta el punto de convertirse en el eje central de esa confusión placentera de la película.
A pesar de esa característica general, que para algunos puede tornarse cansina y para otros magnífica, esta película es siempre atractiva, particular. Más que contar una historia, o hacer una oda a una artista enigmática, nos transporta a vivencias y sensaciones. A los minutos de iniciada la película se nos olvida su lógica caótica y logramos transitar con calma por sus escenas. Aunque, por supuesto, como espectadores, debemos estar dispuestos a dejarnos llevar para navegar ese mar de caos, agraciado y azul profundo.
Tal vez te interese:Ver todos los artículos
OBSERVAR COMO UN CONSTANTE IRSE - CINE AL ESTE (02)
DEVENIR SAMURÁI - CINE AL ESTE (01)
LA IMAGEN QUE NOS FALTA NOS LIBERA DE LAS DEMÁS - MIDBO 24
Reflexiones semanales directo al correo.
El boletín de la Cero expande sobre las películas que nos sorprenden y nos apasionan. Es otra manera de reunirse y pensar el gesto del cine.
Las entregas cargan nuestras ideas sobre las nuevas y viejas cosas que nos interesan. Ese caleidoscopio de certezas e incertidumbres nos sirve para pensar el mundo que el cine crea.
Únete a la comunidadcontacto
Síguenos