En el seno de un hogar puede residir una historia universal. Poco importa la religión, la raza, el país o la posición económica; mientras haya seres humanos que convivan en un espacio, su cotidianidad, sus conflictos, desolaciones y alegrías serán siempre universales. Con nuestras almas llenas de prejuicios pocas veces notamos esas similitudes frente a nuestros semejantes de otros hemisferios, y acaso serán ellas las que nos convierten en hermanos a todos los de nuestra especie, la misma que habita este raro planeta. Asghar Farhadi, el galardonado cineasta iraní, sin proponérselo, logra eso: hacernos sentir a nosotros, y nuestras historias, como seres universales. Recientemente, Donald Trump retiró a su país del acuerdo nuclear que su antecesor había alcanzado con Irán. Debido a ello, no pocos verán a Irán, que guarda en sus entrañas una de las culturas más antiguas de la historia, como una amenaza terrorista o una bomba próxima a estallar, donde habitan fanáticos religiosos con costumbres y propósitos completamente ajenos a los de nosotros, los incomprendidos y victimizados occidentales.
Como suele sucedernos a aquellos que amamos el cine y otras expresiones artísticas, la ficción suele enseñarnos más que la misma realidad. Por ello, gracias a la obra de Asghar Farhadi, así como la de sus colegas, el legendario Abbas Kiarostami, Majid Majidi o Jafar Panahi, entre otros, podemos conocer lo que hay en el fondo, muy en el fondo de Irán: esas personas iguales a nosotros, o nosotros a ellos, con sus propios códigos, creencias, regímenes y dilemas. Farhadi es en la actualidad el director de cine más importante de Irán y uno de los mejores y más influyentes del mundo, ha sido galardonado con dos Osos de Plata en el Festival de Cine de Berlín, dos Oscar y un Globo de Oro, entre otros reconocimientos ¿De qué manera logra Farhadi el impacto que ha generado su obra? ¿Cuáles son los elementos nacidos de su creatividad y de su entorno que le dan vida a historias tan humanas? ¿Cuál es ese estilo que ha venido imponiéndose con mayor eficacia en cada unos de sus films?
Los personajes
En toda la obra de Asghar Farhadi, los personajes son el elemento más importante. Son ellos quienes les trazan el destino a sus historias, ni siquiera él mismo –autor– lo hace. Él solo los crea y les permite luego desarrollarse, según sus condiciones, procedencias y caracteres. Son ellos quienes justifican y le dan vida al entorno que él les diseña para que cumplan el destino de sus decisiones y circunstancias. Ese enfoque en el personaje sobresale enormemente de los demás componentes cinematográficos en la obra de Farhadi, quizás porque proviene de una formación en teatro y en artes dramáticas y, tal vez, porque aloja una cualidad más sensible en él: entender que solo de esa forma puede reflejar de una mejor manera la realidad. Por ello, el personaje es el fluido creativo del director, que alcanza todos los rincones de su obra, razón por la cual algunos críticos han llegado a considerarlo como un realizador “poco cinematográfico”, cuyas historias están hechas más para las tablas que para el cine.
Sea como fuere, las técnicas, características, argumento y elementos narrativos en la obra de Farhadi no pueden contemplarse sin los personajes. Estos, además de ser, como es natural, los protagonistas de las tramas, operan también como testigos, como seres sin una aparente participación en la historia más que la de su presencia, pero que terminan por incidir en los desenlaces o se llevan consigo profundos secretos, como en Fireworks Wednesday (Chaharshanbe-soori, 2006), donde la protagonista, una chica cercana a casarse, atestigua los conflictos maritales de una pareja a la que temporalmente ayuda en la limpieza de su hogar, o la juiciosa y silenciosa hija de la pareja próxima a divorciarse en Una separación (A Separation, 2011) o incluso la misma Elly, de A propósito de Elly (About Elly, 2009). Por otro lado, muchos de sus personajes, sobre todo los protagonistas, se caracterizan por su persistencia. En estos reside la fuerza de sus películas. Desde su ópera prima, Dancing in the Dust (Raghs dar ghobar, 2003), con el joven en el desierto que le insiste a un solitario viejo que le enseñe a cazar serpientes con el propósito de vender su veneno, y obtener dinero para pagar el dote de la mujer de la que le obligaron divorciarse, hasta el protagonista de El cliente (Forushandeh, 2016) y su obsesión por encontrar al atacante de su mujer.
Dilemas éticos y morales
Pero, sobre todo, tal como suele sucedernos a todos, sus personajes suelen debatirse en dilemas éticos y morales, otro de los elementos característicos de su obra, el cual se presenta principalmente en el contexto del Irán moderno, en un marco social, religioso y de género, entre otros. A excepción, por supuesto, de El pasado (Le passé, 2013) y su más reciente film, Todos lo saben, cuyas historias se desarrollan en Europa. Así, sus films se enfocan en temáticas humanas en las que aquellos dilemas siempre están latentes: el amor, el honor, el perdón, el rencor, la compasión, la venganza, Dios, la verdad y la mentira, por nombrar algunos. Eso permite la posibilidad narrativa de arrojar a los personajes en aquella relatividad de la moral, cuestión que los deja suspendidos en eternos lapsos de indecisión, y que en algunas oportunidades la historia prefiere dejar sin resolución. En tales elucubraciones, por ejemplo, se encontraba el padre de TheBeautiful City (Shah-re ziba, 2004), un hombre que se negaba a pedir clemencia por el joven asesino de su hija –condenado a muerte– por más que su esposa, el empecinado amigo del joven, su hermana y hasta un sabio sacerdote se lo pedían, recurriendo incluso a los pasajes bondadosos del Corán. O, de nuevo, la chica de Fireworks Wednesday, cuando decide guardar silencio al descubrir la infidelidad del hombre del hogar en el que ayudaba con la limpieza.
La búsqueda de la verdad
Cómo ya se mencionó, Farhadi les deja a sus personajes la libertad de desarrollar el argumento. El director, de manera intencional, no permite que la historia por sí sola, con la ayuda de la imagen (como suele suceder), cuente los hechos que se desean narrar, ni mucho menos brinda las explicaciones para entenderlos. De ello se encargan solamente los personajes, a través de sus diálogos, sus comportamientos, sus silencios, sus miradas, sus presencias…, y esto se justifica con otra característica esencial en su obra: la búsqueda de la verdad. Cuando inicia una película de Farhadi, e incluso durante escenas en medio o al final de la película, se tiene la sensación de haber llegado tarde al suceso, como si algo que no percibimos hubiera acaecido, y que además creemos esencial para entender la historia. Los personajes hablan de algo conocido solo por ellos y los escuchamos como si estuviéramos espiando una conversación ajena. Pero cuando menos lo notamos, estamos completamente envueltos en la trama, hilamos de forma inconsciente las pistas que los personajes nos regalan con sus diálogos y queremos con ellos resolver sus dilemas y encontrar sus verdades.
Y es ahí cuando se presenta la característica más fascinante de la obra de Farhadi, la que mantiene firme la atención e intriga del espectador, la que les permite a sus historias ser más que simples novelas sobre problemas familiares y humanos. Me refiero al misterio y al intento por resolverlo. Como si de thrillers policiacos se tratara, los personajes siguen pistas hacia su verdad, hacia la solución de sus dilemas o hacia la revelación de un secreto oculto en un rincón de la trama. Como es habitual, suelen extraviarse en tal búsqueda o son engañados por otros personajes, pero la persistencia los mantiene firmes en el viaje. En casi toda la obra, en mayor o menor medida, está presente este elemento. En Fireworks Wednesday, las pistas conducen al descubrimiento de la infidelidad; en A propósito de Elly, hay casi un plan detectivesco para descifrar la repentina desaparición de una joven; en Una separación, las razones del aborto espontáneo de una madre bifurca lo que iba a ser la historia sobre un divorcio; en El pasado, una de las que mejor expone esta herramienta dramática, los secretos, las mentiras y las revelaciones develan los motivos del intento de suicidio de una mujer en coma, y, en El cliente, un hombre sigue las pesquisas que lo llevarán hacia el atacante de su esposa.
En todo eso participamos nosotros, atamos cabos y hacemos suposiciones. Los misterios finalmente se resuelven, aunque casi siempre de manera incompleta, pues otro de los atributos de la obra de Farhadi es esa suerte de eternidad de sus historias, como inacabadas, como si quedaran atrapadas en una especie de limbo kafkiano. En TheBeautiful City,nos quedamos esperando a que la chica le abra la puerta al hombre que ama. En Una separación, la grafía en persa de los créditos nos aleja para siempre de saber con quién decidirá quedarse la niña, si con su madre o su padre. En El pasado, aguardamos con vertiginosa ansia, y para siempre, a que la mujer en coma apriete la mano de su marido. Esto nos deja la responsabilidad de pensar en las posibles decisiones o de imaginarnos el devenir de sus films.
El retrato de Irán
Como ya mencionamos, seis de los ocho filmes de Asghar Farhadi se desarrollan en Irán, y, por supuesto, hay en ellos también un compromiso social que deja entrever las condiciones de su país, así como las férreas costumbres de sus habitantes, ligadas a la religión y al honor. Dentro de ese contexto, el director expone la reivindicación de la mujer en una sociedad patriarcal, religiosa, regida por unas leyes que la relegan a un segundo plano. Así, envuelta en su chador, ella se enfrenta al dominio del hombre, sortea las dificultades sociales o busca, aunque con timidez, los derechos que merece. Al mismo tiempo muestra la firmeza de sus principios y su pudor, más la protección de la intimidad de su cuerpo, sea por convicción o imposición. Asimismo, su obra expone el contraste entre clases sociales, presente, por ejemplo, en Fireworks Wednesday; el juicio y la censura colectiva sobre aquellos con un pasado dudoso, como es el caso de la prostitución, o la poca eficacia a veces de la buena posición económica o la educación para extinguir prácticas de dominio patriarcal, concretamente traducidas en la violencia hacia la mujer, que se evidencia con claridad en una escena de A propósito de Elly. Juramentos sobre el Corán para obtener una verdad definitiva; peleas a golpes entre hombres para hacer respetar un honor vulnerado; el poder del amor y del odio; la sharia que rige las conductas y Dios, que todo lo ve. Todas estas particularidades sobre Irán las retrata Asghar Farhadi en su obra, el mismo retrato, mutatis mutandis, de cualquier otra nación, como la nuestra.
Aquí mismo puede ver algunas de las películas mencionadas:
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LA OBRA UNIVERSAL DE ASGHAR FARHADI
En el seno de un hogar puede residir una historia universal. Poco importa la religión, la raza, el país o la posición económica; mientras haya seres humanos que convivan en un espacio, su cotidianidad, sus conflictos, desolaciones y alegrías serán siempre universales. Con nuestras almas llenas de prejuicios pocas veces notamos esas similitudes frente a nuestros semejantes de otros hemisferios, y acaso serán ellas las que nos convierten en hermanos a todos los de nuestra especie, la misma que habita este raro planeta. Asghar Farhadi, el galardonado cineasta iraní, sin proponérselo, logra eso: hacernos sentir a nosotros, y nuestras historias, como seres universales. Recientemente, Donald Trump retiró a su país del acuerdo nuclear que su antecesor había alcanzado con Irán. Debido a ello, no pocos verán a Irán, que guarda en sus entrañas una de las culturas más antiguas de la historia, como una amenaza terrorista o una bomba próxima a estallar, donde habitan fanáticos religiosos con costumbres y propósitos completamente ajenos a los de nosotros, los incomprendidos y victimizados occidentales.
Como suele sucedernos a aquellos que amamos el cine y otras expresiones artísticas, la ficción suele enseñarnos más que la misma realidad. Por ello, gracias a la obra de Asghar Farhadi, así como la de sus colegas, el legendario Abbas Kiarostami, Majid Majidi o Jafar Panahi, entre otros, podemos conocer lo que hay en el fondo, muy en el fondo de Irán: esas personas iguales a nosotros, o nosotros a ellos, con sus propios códigos, creencias, regímenes y dilemas. Farhadi es en la actualidad el director de cine más importante de Irán y uno de los mejores y más influyentes del mundo, ha sido galardonado con dos Osos de Plata en el Festival de Cine de Berlín, dos Oscar y un Globo de Oro, entre otros reconocimientos ¿De qué manera logra Farhadi el impacto que ha generado su obra? ¿Cuáles son los elementos nacidos de su creatividad y de su entorno que le dan vida a historias tan humanas? ¿Cuál es ese estilo que ha venido imponiéndose con mayor eficacia en cada unos de sus films?
Los personajes
En toda la obra de Asghar Farhadi, los personajes son el elemento más importante. Son ellos quienes les trazan el destino a sus historias, ni siquiera él mismo –autor– lo hace. Él solo los crea y les permite luego desarrollarse, según sus condiciones, procedencias y caracteres. Son ellos quienes justifican y le dan vida al entorno que él les diseña para que cumplan el destino de sus decisiones y circunstancias. Ese enfoque en el personaje sobresale enormemente de los demás componentes cinematográficos en la obra de Farhadi, quizás porque proviene de una formación en teatro y en artes dramáticas y, tal vez, porque aloja una cualidad más sensible en él: entender que solo de esa forma puede reflejar de una mejor manera la realidad. Por ello, el personaje es el fluido creativo del director, que alcanza todos los rincones de su obra, razón por la cual algunos críticos han llegado a considerarlo como un realizador “poco cinematográfico”, cuyas historias están hechas más para las tablas que para el cine.
Sea como fuere, las técnicas, características, argumento y elementos narrativos en la obra de Farhadi no pueden contemplarse sin los personajes. Estos, además de ser, como es natural, los protagonistas de las tramas, operan también como testigos, como seres sin una aparente participación en la historia más que la de su presencia, pero que terminan por incidir en los desenlaces o se llevan consigo profundos secretos, como en Fireworks Wednesday (Chaharshanbe-soori, 2006), donde la protagonista, una chica cercana a casarse, atestigua los conflictos maritales de una pareja a la que temporalmente ayuda en la limpieza de su hogar, o la juiciosa y silenciosa hija de la pareja próxima a divorciarse en Una separación (A Separation, 2011) o incluso la misma Elly, de A propósito de Elly (About Elly, 2009). Por otro lado, muchos de sus personajes, sobre todo los protagonistas, se caracterizan por su persistencia. En estos reside la fuerza de sus películas. Desde su ópera prima, Dancing in the Dust (Raghs dar ghobar, 2003), con el joven en el desierto que le insiste a un solitario viejo que le enseñe a cazar serpientes con el propósito de vender su veneno, y obtener dinero para pagar el dote de la mujer de la que le obligaron divorciarse, hasta el protagonista de El cliente (Forushandeh, 2016) y su obsesión por encontrar al atacante de su mujer.
Dilemas éticos y morales
Pero, sobre todo, tal como suele sucedernos a todos, sus personajes suelen debatirse en dilemas éticos y morales, otro de los elementos característicos de su obra, el cual se presenta principalmente en el contexto del Irán moderno, en un marco social, religioso y de género, entre otros. A excepción, por supuesto, de El pasado (Le passé, 2013) y su más reciente film, Todos lo saben, cuyas historias se desarrollan en Europa. Así, sus films se enfocan en temáticas humanas en las que aquellos dilemas siempre están latentes: el amor, el honor, el perdón, el rencor, la compasión, la venganza, Dios, la verdad y la mentira, por nombrar algunos. Eso permite la posibilidad narrativa de arrojar a los personajes en aquella relatividad de la moral, cuestión que los deja suspendidos en eternos lapsos de indecisión, y que en algunas oportunidades la historia prefiere dejar sin resolución. En tales elucubraciones, por ejemplo, se encontraba el padre de The Beautiful City (Shah-re ziba, 2004), un hombre que se negaba a pedir clemencia por el joven asesino de su hija –condenado a muerte– por más que su esposa, el empecinado amigo del joven, su hermana y hasta un sabio sacerdote se lo pedían, recurriendo incluso a los pasajes bondadosos del Corán. O, de nuevo, la chica de Fireworks Wednesday, cuando decide guardar silencio al descubrir la infidelidad del hombre del hogar en el que ayudaba con la limpieza.
La búsqueda de la verdad
Cómo ya se mencionó, Farhadi les deja a sus personajes la libertad de desarrollar el argumento. El director, de manera intencional, no permite que la historia por sí sola, con la ayuda de la imagen (como suele suceder), cuente los hechos que se desean narrar, ni mucho menos brinda las explicaciones para entenderlos. De ello se encargan solamente los personajes, a través de sus diálogos, sus comportamientos, sus silencios, sus miradas, sus presencias…, y esto se justifica con otra característica esencial en su obra: la búsqueda de la verdad. Cuando inicia una película de Farhadi, e incluso durante escenas en medio o al final de la película, se tiene la sensación de haber llegado tarde al suceso, como si algo que no percibimos hubiera acaecido, y que además creemos esencial para entender la historia. Los personajes hablan de algo conocido solo por ellos y los escuchamos como si estuviéramos espiando una conversación ajena. Pero cuando menos lo notamos, estamos completamente envueltos en la trama, hilamos de forma inconsciente las pistas que los personajes nos regalan con sus diálogos y queremos con ellos resolver sus dilemas y encontrar sus verdades.
Y es ahí cuando se presenta la característica más fascinante de la obra de Farhadi, la que mantiene firme la atención e intriga del espectador, la que les permite a sus historias ser más que simples novelas sobre problemas familiares y humanos. Me refiero al misterio y al intento por resolverlo. Como si de thrillers policiacos se tratara, los personajes siguen pistas hacia su verdad, hacia la solución de sus dilemas o hacia la revelación de un secreto oculto en un rincón de la trama. Como es habitual, suelen extraviarse en tal búsqueda o son engañados por otros personajes, pero la persistencia los mantiene firmes en el viaje. En casi toda la obra, en mayor o menor medida, está presente este elemento. En Fireworks Wednesday, las pistas conducen al descubrimiento de la infidelidad; en A propósito de Elly, hay casi un plan detectivesco para descifrar la repentina desaparición de una joven; en Una separación, las razones del aborto espontáneo de una madre bifurca lo que iba a ser la historia sobre un divorcio; en El pasado, una de las que mejor expone esta herramienta dramática, los secretos, las mentiras y las revelaciones develan los motivos del intento de suicidio de una mujer en coma, y, en El cliente, un hombre sigue las pesquisas que lo llevarán hacia el atacante de su esposa.
En todo eso participamos nosotros, atamos cabos y hacemos suposiciones. Los misterios finalmente se resuelven, aunque casi siempre de manera incompleta, pues otro de los atributos de la obra de Farhadi es esa suerte de eternidad de sus historias, como inacabadas, como si quedaran atrapadas en una especie de limbo kafkiano. En The Beautiful City, nos quedamos esperando a que la chica le abra la puerta al hombre que ama. En Una separación, la grafía en persa de los créditos nos aleja para siempre de saber con quién decidirá quedarse la niña, si con su madre o su padre. En El pasado, aguardamos con vertiginosa ansia, y para siempre, a que la mujer en coma apriete la mano de su marido. Esto nos deja la responsabilidad de pensar en las posibles decisiones o de imaginarnos el devenir de sus films.
El retrato de Irán
Como ya mencionamos, seis de los ocho filmes de Asghar Farhadi se desarrollan en Irán, y, por supuesto, hay en ellos también un compromiso social que deja entrever las condiciones de su país, así como las férreas costumbres de sus habitantes, ligadas a la religión y al honor. Dentro de ese contexto, el director expone la reivindicación de la mujer en una sociedad patriarcal, religiosa, regida por unas leyes que la relegan a un segundo plano. Así, envuelta en su chador, ella se enfrenta al dominio del hombre, sortea las dificultades sociales o busca, aunque con timidez, los derechos que merece. Al mismo tiempo muestra la firmeza de sus principios y su pudor, más la protección de la intimidad de su cuerpo, sea por convicción o imposición. Asimismo, su obra expone el contraste entre clases sociales, presente, por ejemplo, en Fireworks Wednesday; el juicio y la censura colectiva sobre aquellos con un pasado dudoso, como es el caso de la prostitución, o la poca eficacia a veces de la buena posición económica o la educación para extinguir prácticas de dominio patriarcal, concretamente traducidas en la violencia hacia la mujer, que se evidencia con claridad en una escena de A propósito de Elly. Juramentos sobre el Corán para obtener una verdad definitiva; peleas a golpes entre hombres para hacer respetar un honor vulnerado; el poder del amor y del odio; la sharia que rige las conductas y Dios, que todo lo ve. Todas estas particularidades sobre Irán las retrata Asghar Farhadi en su obra, el mismo retrato, mutatis mutandis, de cualquier otra nación, como la nuestra.
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